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Lo que no sabes...

Belén, 2007 d.C.

Belén, 2007 d.C.

¿Cómo es actualmente el pueblito donde, se dice, nació Jesús?
Lejos de las historias románticas, actualmente Belén es uno de los sitios con mayores conflictos bélicos de cualquier tipo: político, social y militar.
Un reportaje extenso de la revista National Geographic en español de este mes, da cuenta de cómo ha cambiado la zona, y cómo es que su configuración social se ha visto desgarrada por argumento de "seguridad" y "anti terrorismo".
A continuación, extractos de ese reportaje:

Así no llegaron María y José a Belén, pero así se entra ahora. Hay que esperar junto al muro. Es una impresionante barricada de concreto, de tres pisos de altura, coronada por alambre de púas. Los soldados israelíes armados con rifles de asalto examinan los documentos, registran el vehículo. Ningún civil israelí, por orden militar, puede pasar. A unos pocos residentes de Belén se les permite salir. La razón por la que el muro existe, según el gobierno israelí, es mantener a los terroristas alejados de Jerusalén.

A Belén y a Jerusalén las separan sólo 9.5 km, aunque en la comprimida y fraccionada geografía de la región eso las coloca en territorios diferentes. Belén está en Cisjordania, en los terrenos ocupados por Israel durante la Guerra de los Seis Días, en 1967. Es una ciudad palestina, la mayoría de sus 35 000 residentes es musulmana. En 1900, más de 90 % de la ciudad era cristiana. Hoy, sólo cerca de la tercera parte de Belén lo es, y esta proporción disminuye a un ritmo constante al emigrar los cristianos a Europa o a América.

Tras el muro, a lo largo de los límites de Belén, hay tres campos de refugiados palestinos, bloques de apartamentos, construidos caóticamente.

Justo fuera del muro, dominando los montes y las colinas de los alrededores, se encuentran las colonias judías que se expanden descontroladamente, plagadas de grúas de construcción. En la cima de la colina central de Belén está la Plaza del Pesebre, una explanada empedrada frente a la Iglesia de la Natividad.

La Iglesia de la Natividad está casi escondida. Parece una fortaleza de piedra con paredes gruesas y hostiles y una fachada sin adornos. Quizá por eso ha sobrevivido 14 siglos: Belén no es un lugar de arquitectura delicada. Estar en un cruce de caminos del mundo –la populosa intersección entre Europa, Asia y África– significa ser invadido sistemáticamente a lo largo de la historia. La iglesia ha resistido conquistas persas, bizantinas, musulmanas, cruzadas, mamelucas, otomanas, jordanas, británicas e israelíes. La entrada, reducida a través de los siglos, quizá para evitar el acceso de los caballos y camellos de los viajeros, es un agujero minúsculo. Casi hay que doblarse a la mitad para poder pasar.

No obstante, cuando se llega al meollo del asunto, cuando se prescinde del odio, la política y las guerras, lo único de lo que la mayoría habla, cuando se trata de Belén, es de la tierra. Un trocito de tierra. Un terreno erosionado por el viento, sin agua y con rocas por todos lados.

Los judíos llegaron primero. Es lo que dice Menachem Froman, un rabino que vive en Tekoa, asentamiento judío encaramado en una meseta; un prístino conjunto de viviendas de piedra clara con tejados rojizos. (...). Nació en lo que hoy es Israel, pero que entonces, durante la Segunda Guerra Mundial, era conocido como el Mandato Británico de Palestina (los británicos comenzaron a gobernar la región en 1922, tras la caída del imperio otomano). Tras la Segunda Guerra Mundial, luego del Holocausto, las Naciones Unidas votaron para dividir la región en dos estados, uno judío y otro árabe. Los judíos aceptaron, pero los árabes no. La lucha entre ambos comenzó incluso antes de que Israel declarara su independencia en 1948, y la guerra subsiguiente dio como resultado la salida de 750 000 palestinos de sus poblados de origen, muchos de ellos forzados por el Ejército Israelí. Una gran parte se trasladó a la ribera occidental del río Jordán, Cisjordania, administrada por Jordania, o a la Franja de Gaza, gobernada por Egipto. Esos fueron los primeros refugiados palestinos.

Luego, en 1967, Israel venció a las fuerzas militares de Egipto, Jordania, Siria, Irak y Líbano en seis días caóticos y ocupó, entre otros territorios, Cisjordania, un lugar al que muchos israelíes se refieren por su nombre bíblico, Judea y Samaria. Eso inició el movimiento de colonización, los judíos se establecieron por todo el territorio recién conquistado.
Froman fue uno de los primeros en llegar. Él cree, como muchos colonos, que el derecho de los judíos sobre Judea y Samaria está escrito en el Antiguo Testamento. Ellos son los dueños y, por lo tanto, Froman siente que tiene el derecho, concedido por Dios, de vivir ahí.

En el distrito de Belén, que incluye la ciudad y los poblados vecinos, hay cerca de 180 000 palestinos, de los cuales más o menos 25 000 son cristianos (prácticamente todos viven en la zona urbana de Belén y en dos poblados satélites, Beit Jala y Beit Sahur). La geografía de la región incluye 22 asentamientos judíos, con una población cercana a los 80 000, y al menos una docena más de campamentos que se parecen a los asentamientos irregulares del Antiguo Oeste conocidos como puestos de avanzada; a menudo no son sino un círculo de casas móviles destartaladas.

(...) El gobierno israelí ofrece préstamos con facilidades a quienes buscan casa en los asentamientos de Cisjordania. Uno de los más grandes en el área de Belén se llama Har Homa. Sus flamantes edificios de apartamentos se levantan tan cerca de Belén, justo al otro lado del muro, que uno bien podría hacer una señal con la mano en una calle palestina y conseguir un taxi en Har Homa. (...) . Cerca de la mitad de ellos no se consideran religiosos, y los anuncios de bienes raíces en Har Homa, pegados en numerosas vallas publicitarias, subrayan las ventajas seculares del poblado: ¡precios razonables, excelente ubicación y a poca distancia de Jerusalén!
Har Homa ejemplifica una estrategia israelí conocida como “hechos sobre el terreno”: mientras más judíos vivan en un área concentrada al este de la llamada Línea Verde –la demarcación establecida en el armisticio de 1949 tras la guerra de independencia israelí– hay más probabilidades de que esa zona se convierta en parte de Israel si la región se divide en dos países. Los palestinos todavía se refieren a Har Homa por su nombre original: Jabal Abu Ghuneim, “monte del pastor”, en árabe.

La presencia de colonos tan cerca de los poblados palestinos los convierte en blancos de una enemistad muy violenta. Los parabrisas de los autos recibían tantas pedradas que en algún momento los colonos reemplazaron los cristales con plástico irrompible. Antes de la construcción del muro, las balas perdidas, disparadas desde abajo, a veces se impactaban en las casas. En la colonia de Efrat, a unas cuantas colinas de Tekoa, un terrorista suicida detonó en el centro médico la bomba que llevaba consigo. Otro más murió a tiros cuando estaba a punto de explotar en el supermercado del asentamiento. Quien lo mató no fue un soldado, sino un colono.

Muchos de ellos (de los que viven en Efrat) llevan armas aseguradas a la cintura, toman la ley en sus propias manos. Algunos incluso portan armas en la sinagoga y, al orar, mientras levantan los brazos suplicando a Dios, es claro que la protección que buscan no sólo es divina: se nota el inequívoco destello de un revólver guardado en su funda.

Mil años antes del nacimiento de Cristo, Belén era conocida como la Ciudad de David. Ahí nació el rey David, un líder judío que ganó su reputación gracias a una famosa pelea: venció a Goliat al matarlo con una piedra lanzada con su honda. El gigante, cuya estatura, según el Antiguo Testamento, “era de seis codos y un palmo” –cerca de tres metros– pertenecía al pueblo filisteo, antiguo enemigo de los judíos. De la palabra “filisteo” deriva el actual término “palestino”, aunque ambos pueblos sólo están relacionados etimológicamente, no por lazos de sangre.

(...) Parece una casualidad que Jesús naciera en Belén; después de todo, era Jesús de Nazaret, un poblado a 145 km, al norte. Algunos arqueólogos e historiadores de teología dudan sobre muchos detalles del relato de la Navidad, incluso que Jesús naciera en Belén de Judea. Hay un diminuto poblado, llamado también Belén, ubicado mucho más cerca de Nazaret, donde algunos piensan que de hecho nació Jesús (en hebreo, Belén significa “casa de pan”, y podría referirse a cualquier lugar con un molino de harina).

Por siglos, Belén permaneció como una isla cristiana en un océano musulmán en crecimiento. Los refugiados palestinos de la guerra de 1948 llevaron aún más musulmanes a la zona, pero Belén conservó su mayoría cristiana. Luego, en 1967, la victoria israelí alteró una vez más el rostro de la ciudad. Los colonos judíos empezaron a desplazarse hacia la Cisjordania ocupada; los cristianos, que habían comenzado a huir a tierras más seguras durante la Segunda Guerra Mundial, aceleraron su éxodo. Y los militantes palestinos iniciaron los ataques contra blancos civiles y militares. En la misma región donde alguna vez los judíos combatieron contra los filisteos, ahora se enfrentaban israelíes y palestinos. En 3 000 años, según parece, es poco lo que ha cambiado.

Los judíos también iban de compras a Belén, conocida por producir las mejores hortalizas de la región.
Pero para los palestinos, la ocupación israelí se tradujo en una serie de humillaciones tras otra: un pueblo orgulloso reducido a depender de su odiado enemigo, a merced de la ley marcial israelí, sin derecho a un aeropuerto y forzado a pagar impuestos a la autoridad invasora. En 1987, después de dos decenios en esta situación, se lanzó una intifada, o revuelta (la palabra significa literalmente “sacudimiento”). Los jóvenes palestinos arrojaban piedras a los tanques israelíes en una versión moderna de David y Goliat, con los papeles invertidos.

Mohammed Shawrieh (de 13 años de edad) fue sepultado al día siguiente en un cementerio a las afueras de Belén, a la sombra de un almendro. A eso siguió una manifestación, así como una extensa distribución del cartel del mártir. Más tarde se colocó una placa en el lugar donde cayó herido, cerca de la Iglesia de la Natividad, justo fuera de las criptas donde se cree que yacen los huesos de los niños asesinados por el rey Herodes, hace más o menos 2 000 años.

Desde el inicio de la primera intifada, han muerto más de 5 600 palestinos y 1 200 israelíes.

Ningún lugar alberga más frustración que los campos de refugiados, donde aún viven las familias que fueron arrancadas de sus hogares cuando Israel se convirtió en una nación; generación tras generación, atrapadas en un limbo apátrida. Si les pregunta de dónde son, le dirán el nombre de un poblado que probablemente fue borrado del mapa de Israel.

“Mi amigo era un terrorista suicida”, (...). Se refiere a Mohammad Daraghmeh, de 18 años, quien se hizo estallar en marzo de 2002, junto a una sinagoga de Jerusalén, y mató a 11 personas, incluidos dos niños y un bebé en una carriola.
“Estoy orgulloso de él –afirma Faraj sobre su amigo el terrorista suicida–. Hizo algo grande. Los israelíes nos han forzado a esta situación. Nos han dejado sin nada, y cuando no tienes nada, tampoco hay nada que perder”.

A las dos de la madrugada casi a diario entre semana, varios cientos de hombres que sí tienen algo que perder –esposas, hijos– comienzan a formarse en el lado de Belén del muro. Buscan empleo en el reconocido Estado israelí. Están de pie dentro de una larga jaula de metal, como pasadizo para ganado, en espera de que se les registre, se les empuje, se les tomen sus huellas y se les pase por el detector de metales. A algunos les piden desnudarse. El trámite puede durar más de dos horas. Para poder pasar por el puesto de control, deben estar casados y tener uno o varios hijos. El Ejército Israelí espera que eso garantice el regreso de los trabajadores.
Muchos de los hombres trabajan en la construcción, a menudo en los asentamientos.

Mientras el muro crece, unas excavadoras gigantes, protegidas por guardias armados, escarban día y noche como si fueran garras. Cuando esté terminado, tendrá una extensión de 724 kilómetros, internándose a veces hasta 24 kilómetros en el territorio de Cisjordania y reivindicando como suya 10 % de tierra palestina para los colonos israelíes. El gobierno sostiene que su meta es sólo proteger vidas israelíes, no reconfigurar la frontera, y que, tan pronto haya un cambio radical en la política palestina hacia Israel, el muro será destruido y la tierra confiscada será devuelta.

El político más poderoso de Belén tiene otro punto de vista. Salah Al-Tamari, gobernador del distrito de Belén, considera el muro un ardid psicológico. “Los israelíes quieren provocarnos; buscan que perdamos la cabeza –comenta–. Lo que quieren es que nos vayamos”. El gobernador piensa que los israelíes han creado deliberadamente esas condiciones de vida insoportables con la esperanza de que todos huyan. Así pueden quedarse con la tierra.
“No lo van a lograr”, dice Al-Tamari.

Belén quizá sea donde empezó el cristianismo, pero hoy en día sus residentes cristianos están en un lugar peligroso y difícil. Los israelíes los consideran palestinos, mientras que los musulmanes los ven como cristianos.

¿Puede concebir a Belén sin ningún cristiano? Mejor empiece a imaginárselo, porque en unos años podría ser realidad”.

Los mismos cristianos no son inmunes a las luchas internas. Literalmente cada metro cuadrado de la Iglesia de la Natividad se lo disputan las tres sectas que comparten su uso en la actualidad: ortodoxos griegos, católicos romanos y ortodoxos armenios. Los santos varones de las tres creencias discuten sobre quién debe limpiar qué muro sagrado o sobre quién puede caminar en qué pasillo.

“Es fácil pensar en Belén como el centro del mundo –comenta el alcalde Batarseh–. Este no puede ser un lugar donde nunca exista la calma. Si alguna vez el mundo ha de tener paz, esta tiene que empezar aquí mismo”.

4 comentarios

Carlos -

No la biblia no dice ni enseña en ninguna parte que deva d haber paz en esa o en ninguna otra ciudad donde Jesus anduvo... Solo en las vidas de aquellos que le an entregado el corazon...

celiux -

que curioso no? que un lugar donde se supone que debiera haber paz, hay tanto odio.

Mariana -

Exacto. Si nos ponemos a ver en qué han quedado muchos de los grandes imperios, por ejemplo, ¿qué ha sido de Persia? ¿de Egipto? ¿qué quedó del imperio Azteca? Nos ponemos a llorar y ¡qué feliz navidad, ni qué ocho cuartos! Pero es necesario, es justo mirar hacia otros lados y ver también esa parte de la moneda. ¡Gracias por la reflexión, citizen!

¡Te abrazo bien juerte!

Mariana.

angie -

Cambia... todo cambia, y como dice la canción, pues es otro el Belén de hoy y dista mucho de las descripciones biblicas que narran la cuna de Jesús...

Un abrazo interminable para ti en esta Navidad... todo mi cariño!