Blogia
Lo que no sabes...

Carrera de Sábado por la tarde

Era un sábado por la tarde.
Como es mi costumbre, llegué con mucho tiempo de anticipación al aeropuerto porque no me gusta estar con las manecillas palpitando al ritmo de mi estrés y presión por el tiempo.
LLegué con tanto tiempo, que al momento de documentar no pudieron asignarme sala de espera, sino hasta minutos antes de abordar me tenía que dirigir al mostrador para que me dieran la buena nueva de por cual puerta cuasi celestial partiría a cumplir mi misión laboral.
En aquella ocasión, me había quedado de ver con el Sr. Castor, mi pareja de aquel entonces, para comer juntos.
La tarde iba de maravilla, con tiempo de sobra, comimos, platicamos buen tiempo, disfrutamos los minutos y yo tranquilamente medía mentalmente mis tiempos.
Mi viaje era a Zacatecas, con la misión de tomar fotografías de una fiesta patronal del municipio Enrique Estrada. Todo el equipo -cámaras, rollos, frash, pilas- y mis pertenencias estaban más que listas. No tenía motivos para retraso de tiempo, por ello es que optamos por tomarnos, por decirlo así, la tarde el Sr. Castor y yo.
Conciente de los tiempos tan mafufos que a veces manejan las aerolíneas, donde te citan una hora antes en la sala de espera para que pases esa misma hora sentado viendo correr a los demás y disfrutando lo complicado que se hacen las vidas las demás personas, tomé ciertas precauciones: comimos en un restaurante que queda cerca de la puerta de acceso a las salas de abordar.
Además, pensé, es destino nacional, así que no creo que la sala de espera sea de aquellas que están al otro extremo del aeropuerto... o de la ciudad.
Con ese panorama e ideas, intercambiábamos comentarios el Sr. Castor y yo de esto y lo otro, sin importar el paso de los minutos.
Cuando los tiempos -según los míos y tratando de adivinar lo que los encargados y controladores aéreos tienen en la cabeza- se ajustaban a la hora en que tenía que presentarme en sala de espera, pagamos la cuenta, caminamos con esa flojera característica post comida y nos despedimos.
Me dirigi seguro de mi mismo al mostrador de información, y me dicen lo que nunca esperaba escuchar: que mi avión salía de la puerta 30, aquella a partir de la cual salen los vuelos internacionales y que, tal y como una pesadilla, se encuentra hasta el otro extremo de la terminal aérea. Como mera referencia, el aeropuerto tiene 32 puertas de salida en la terminal uno, así que imagínate el recorrido que tuve que aventarme para llegar a tiempo... ah porque eso sí, la tramitología aérea me había hecho perder algunos valiosos minutos. Y patas para qué las quiero: correr de la puerta 6 hasta la 32... frente a mi veía un largo (de hecho muuuyy largo) pasillo donde miles de personas se mueven, van y vienen. Un lugar que por más que corría, parecía que no avanzaba.
Sólo veía pasar los letreros que anuncian los números de sala... Sala 6, Sala 7, Sala 8... comienzo a perder el aliento... Sala 13, Sala 14, Sala 15, Sala 16, Sala 17... con las carreras  no quería equivocarme, así que disminuyo un poco el paso y reviso mi boleto: checo la hora, el vuelo, el destino... y sí, parece que todos los datos coincidían... Sala 26, Sala 27, Sala 28, Sala 29...
Primer obstáculo: la puerta de migración. Como es destino nacional, no hay mayor problema: solamente hay que mostrarle el ticket a la mujer policía que con su mirada de scanner revisa tus datos y verifica el porqué te dispones a atravesar esa puerta que divide unos vuelos de otros...
Primer Obstáculo superado.
Sala 30...
Ya con paso más relajado, camino pausadamente a la sala 31...
No sabía si gritar de alegría, tomar un respiro hondo o sentirme el piloto y decirles a todos: "Perdón por la tardanza, nada más le reviso el aire a las llantas y el aceite y nos vamos".
Aunque mis tiempos los calcule a puro ojo de buen cubano, no tuve que esperar demasiado para abordar...
Y ya arriba del avión, caí en cuenta el porqué salíamos de la puerta 31: el vuelo era de México a Zacatecas, y de ahí a -si mal no recuerdo- Hermosillo, al norte del país, casi frontera con Estados Unidos.
Desde entonces no me confío demasiado de los asistentes de mostrador cuando no ponen número de puerta de salida, en esos casos ya mejor tomo bastante tiempo de anticipación porque no estoy dispuesto a correr de nueva cuenta por todas las salas del aeropuerto a tal velocidad.

3 comentarios

Mariana -

Jamás había escuchado eso de a ojo de buen "cubano"... yo digo "cubero"... jajaja...

¡Charros! ¡Qué angustiante pues! De acuerdo con Angie. Es algo que podría pasarme a mí... que soy tan previsora que no sé con qué me puedan salir en los aeropuertos.

¡Besos Citizen!

Mar.

azul -

Ah...los aeropuertos son otro mundo...si

Bikos.

angie -

Andelé Mi Chulo! ja,ja,ja... ni el más organizado se libra, viste? un besotototote y me has hecho reir un montón!