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Lo que no sabes...

La importancia de hacer una preguntita...

¡Vaya que a veces ando muy confiado por la vida.!
Tanto así, que van dos veces en mi existencia que me pasa la misma situación.
Digamos que por las prisas, o por creer que este mundo no es redondo, uno se mete en berenjenales y, afortunadamente en mi caso, salí airado de la situación.
Años atrás, mientras estaba en un arranque de shopping, merodeaba una zona comercial tan campante y dueño del mundo como es mi costumbre.
En aquellos días (siempre que pongo esta frase me acuerdo de la Biblia), ya traía en mente cortarme mi pelo, asi que con esa idea sobrevolando mi cabeza, y mientras consideraba el mal momento por estar cargando cajas y bolsas de ropa y zapatos, miré a mi derecha un salón de belleza.
Miré a detalle la escena y con el clásico ¿Porqué no de una vez? ingresé al local.
Era como la tradicional estética moderna: muchos espejos, muchos asientos, mucha gente trabajando, muchos teléfonos sonando, muchas mujeres con los pies estirados y algodones entre los dedos de los pies, muchos recipientes de fijadores y tratamientos capilares... aquello era una oasis para el Citizen metrosexual en ciernes.
La bienvenida pseudo cálida de la recepcionista; me asignan con Perenganito de Tal, "allá en aquel asiento, al fondo, le lavarán el cabello. Mi compañero Perenganito de Tal lo atenderá", me decía, rápido, y me tomaba por el hombro dirigiéndome al lugar a paso veloz.
Me lavan mi cabecita ("Con agua fría, por favor", indiqué, seguro de mi petición).
Y me pasan con Perenganito de Tal.
Y ahí estaba Perenganito de Tal haciendo su trabajo.
Tijeretazos por acá, por allá. Cambio de tipo de tijeras, unos recortes suaves, para cambiar de tijeras, con un peine acicalaba, y con las tijeras iba rebasando el corte.
La plática informal y amistosa fluía, y Perenganito de Tal seguía haciendo lo suyo: sacudía el sobrante de cabello, dirigía mi cabeza como si de un legendario joystick se tratara.
Algo de gel, los últimos toques, Perenganito de Tal se alejaba unos pasos para ver, en lo general, su creación. Miraba através del espejo buscando, con mi mirada, la aprobación a su estilo.
Nos despedimos. Sonrisas y deseos de volver pronto.
Ya en la caja, sintíendome un nuevo Citizen, tomando con una mano mi cartera y con la otra recargando las bosas y cajas en el mostrador, me dice la encargada:
- Son 300 pesos...
(Y pienso: ¡Pero si el cabelo yo lo traje!)
- Ok... (porque a final de cuentas no hay que balconearse).
Afortunadamente recién acababa de sacar dinero del cajero, y unos billetes adicionales de un cambio de mis compras de horas atrás, me sacaron de la sorpresa.
Siendo honesto, Perenganito de Tal hizo un buen trabajo, un buen corte, así que no me pesó tanto pagar tal cantidad. Lamentablemente, pensé después, esos 300 no irían al bolsillo de Perenganito, si acaso unos 50 pesos.
Bueno, ese el primer caso.
El segundo caso me pasó ayer.
Gracias a que mi gato hacía algunos berrinches en mi cuarto, varias fotos que tomé en mis viajes por los rincones de México se dañaron, pero logré salvar los negativos.
La semana pasada en un afán de terner un poco más ordenado mi cuarto, recopilé esos negativos y me propuse hacer mis hojas de contactos para saber qué imágenes podría ampliar.
Le comenté de esos planes a Lester y me dijo que para qué hacía tanto baile estando la música tan tranquilita, que ya había servicios de digitalización de negativos. (Y pienso: ¡De cuánto me he perdido en este mundo!).
Luego de recorrer el norte y el centro del DF buscando un laboratorio, terminamos llegando a un servicio fotográfico que ya conocía.
Me presento en el mostrador del negocio y una mujer medio narcotizada, medio desvelada, con ojos entrecerrados y voz grave y arrastrada me dice que la digitalización cuesta 60 pesos. ¡Maravilloso! Más o menos yo había presupuestado esa cantidad.
Le dejo el rimero de negativos y atento a sus indicaciones ("No me tiene que dejar ningún adelanto" y "Mañana después de las 2 puede pasar por ellos") comienzo a imaginarme y a recordar algunas fotos que podrían estar en esos negativos.
Y ayer fue el día decisivo.
Apresuré mis pendientes del día, y después de las dos ya estaba encaminándome a recoger las imágenes, porque eso sí, ya me estaba viendo seleccionándolas y subiendo unas al FB y otras a mi photoblog.
Antes de llegar al estudio di un recorrido por la zona. Porque siempre es muy rico dar una vuelta por allá (Polanco).
Entro, y de atrás viene la misma mujer. Con su misma mirada evasiva, la misma actitud narcotizada, soñolienta... pero atenta.
Y así fue lo que pasó...
- Ah pero qué crees...
Y yo: ...
- Fíjate que eran muchos negativos...
- ...(Pienso: ¡Ay güey, entonces son un montón de imágenes!).
- Te los tuvieron que quemar en un DVD, porque en un cd no cupo todo.
- ...(Pienso: ¡Efectivamente! Son un montón de fotos).
Y mientras escucho sus explicaciones, me propongo sacar los 60 pesos que un día antes me había dicho.
- Entonces son 360 pesos... salieron el equivalente a 6 rollos...
- ...(Pienso: ¿Y en verdad cree que se los voy a pagar?).
Y en ese momento, no antes, no después, me mira a los ojos...
- Ok... paso después por ellos, Gracias.
- Ándale, claro que sí. Gracias.

MORALEJA: Si crees que por 60 pesos el servicio incluye besos... ¡estás muy perdido!

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