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Lo que no sabes...

De sexo, ilegales y metiches...

De sexo, ilegales y metiches...

> Hay una historia oscura de mi vida.
Un pasaje que pasó hace unos diez años.
Sería un pasaje más si no involucrara una industria que se desarrolla en los límites de la legalidad, y que tuvo su buena dosis de sexo.
Ah sí, porque de sexo, ilegales y metiche todos tenemos un poco.
Pero ya no le daré vueltas al tema.
En aquellos años, más o menos el último de mi carrera, quise explorar la fotografía. Me llamaba la atención dedicarme a eso. Debido a los pocos conocimientos que de la materia me dieron en la universidad, sentía que era más lo que desconocía de la fotografía, que lo que sabía. Hablar de foto para mí, en aquellos años, era tan complicado como hablar de cálculo diferencial. Porque también debo reconocerlo: así como exenté etimologías grecolatinas en la preparatoria, también me costó mucho trabajo aprobar, aunque sea de panzazo, matemáticas, física y los y las derivadas de éstas.
Así que consideré que lo mejor era acercarme a alguien que conociera de la fotografía. Y no solamente eso: que se dedicara y viviera de ella.
Lester me comentó que podía acercarme con su amigo "P", quien era conocido en el mundillo por su talento, más no por sus bienes y cuentas millonarias. Buena y mala noticia. Me quedaba claro que sabía mucho, pero que no se hacía de carretadas de dinero con ello. Aún así, mis ímpetus no decayeron y así lo hice.

Nunca sabes cuál foto realmente será utilizada. No será la primera, cierto, pero tampoco será la última. Entre una y otra la moneda está en el aire.


Mis labores, como buen aprendiz, pues se limitaban a conocer los materiales... y claro: traer, mover, cargar, acercar... La verdad las pocas sesiones en que estuve de asistente de "P" fueron bastante interesantes. Además de buen conversador, "P" tenía cierta manía perfeccionista, así que una foto la tomaba decenas de veces. Hasta años después supe lo recomendable que eso es. Nunca sabes cuál foto realmente es la que será utilizada. No será la primera, cierto, pero tampoco será la última. Entre una y otra la moneda está en el aire.
Uno de esos días y no recuerdo muy bien con motivo de qué, me comentó "P" que haríamos una sesión de fotos de modelos. La cita fue por la tarde, no recuerdo bien dónde, pero seguramente fue en su casa o en su estudio. Antes de partir, pues hubo que cargar el equipo en una camioneta mariachera. Después, tomamos camino.
No sabía muy bien a dónde nos dirigíamos, pero pronto ubiqué que estábamos por la Zona Rosa de México. Según nos internamos en las calles, reconocí ligeramente los alrededores. El edificio donde se haría la sesión de fotos de modelos estaba a un costado de las instalaciones del PRD del Distrito Federal. Me costaba trabajo imaginar que al lado del partido de la izquierda más amarga de México, habitaba una empresa de entretenimiento para adultos. No pude dejar pasar de largo la obvia, intrigosa y malintencionada duda: ¿Cuántas veces algunos del PRD utilizaron los servicios de la empresa que nos contrató para hacerle el foto estudio? Tal vez muchas. Tal vez pocas. Tal vez ninguna.

 

Llegamos a unas oficinas semi instaladas. Era notorio que se utilizaban ocasionalmente. No estaban tiradas. Tampoco contaban con todo el mueblario de una oficina. Tampoco era una bodega. Aquello olía a ilegalidad.


Subimos unos pisos, y llegamos a unas oficinas semi instaladas. Era notorio que se utilizaban ocasionalmente. No estaban tiradas. Tampoco contaban con todo el mueblario de una oficina. Tampoco era una bodega. De hecho ese mismo día estaban haciendo algunas obras de construcción o remodelación en ese apartamento. Aquello olía a ilegalidad.
Colocamos las luces, los reflectores, las cajas de luz y todo aquello que hace que una persona se vea increíblemente joven y atractiva en una imagen.
Y comenzó la sesión.

Todas las modelos eran mujeres, de entre 25 y 35 años. Todas ellas trabajaban en un conocidísimo table dance de la Ciudad de México. Eran, dirían a la antigüita: Chicas de la vida galante. Y ahí estaba yo. Un joven gay.


Claro, no he contado lo medular: las fotos de las chicas eran semidesnudas, porque todas ellas trabajaban en un conocidísimo table dance de la Ciudad de México. Eran, dirían a la antigüita, chicas de la vida galante.
Las modelos eran todas mujeres. Sus edades rondaban los 25 a 35 años. Las había de todo tipo: la delgaba, bien formada. Pasando por la mujer que callaba sus historias, y posaba mecánicamente, como si fuera -como seguro lo era- una situación cotidiana. Hasta la joven platicadora, que proponía posturas o expresiones.
Así que bueno, yo estaba ahí. Un joven gay, que no mostraba la menor atracción sexual por las modelos. Eran atractivas, cierto, pero para mí era como estar tomando fotos sin mirar. Aunque mis ojos absorvieran cada centímetro de piel de las chicas, cada brillo de sus labios, cada gota de sudor que llegaban a sacar no sentía la menor provocación. Pero ahí estaba. Mientras las modelos se acomodaban el cabello, se aprisionaban las tetas para que se vieran más voluminosas o se embarraban aceite de bebé para que la piel no se viera tan opaca.
Tal y como lo comenté en el post "Trabajo en esto porque...", tanto las actrices porno como las modelos hacen su trabajo más por una necesidad económica que por una convicción profesional. Y también, hacer fotos eróticas o cine porno no conlleva nada absolutamente nada de previos sexuales. Es tan frío y mecánico como: la idea es que te sientes en ese mueble, mires a la cámara. Luego, recuéstate en el piso, tómate los senos con las manos y levanta tus piernas. Así, sin más. Posar, mostrar, morbosear un poco y ya.
Al final de cada sesión, que no duraba más de 30 minutos por chica, la mujer se volvía a poner sus pants y se iba. Ahí no existía el ligue, no existía la seducción de todas las noches de trabajo. Tampoco había porqué mostrarse como fieras sexuales. A lo mucho tenían que mostrarse en el papel de comehombres durante la sesión. Pero por lo demás eran mujeres que no se la pasaban pensando en el sexo.
La historia secreta termina como a la una de la mañana.
Algo cansado y con la secreta historia de que estuve cerca de la industria de entretenimiento para adultos, el soft porno y, no lo niego, seguramente de una red de trata de personas.
Y mi conciencia -a veces moribunda- se ha preguntado: ¿lo volvería a hacer? Y me respondo: Claro, la paga es buena.

FOTO: Actriz porno Sylvia Kristel, protagonista de las cintas Emmanuelle, de la década del 70.

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