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Lo que no sabes...

¿Dónde están los piedrulces?

¿Dónde están los piedrulces?

> Claro, qué mejor forma para iniciar el día viernes que preguntándonos dónde diablos están los Piedrulces.
Y no, no pretendo comenzar una alegoría estilo neo-management-contemporáneo-tardío ni hacerle competencia a ¿Quién se ha llevado mi queso? y demás baratijas literarias.
La pregunta es seria y directa: ¿en qué parte del mundo se alojan los últimos rastros de aquellos dulcecitos de colores, redondos, deformes -a final de cuentas semejaban piedras- que decenas de veces se me pegaron en los dientes?
Esas pequeñas cajas amarillas con personajes de Los Picapiedra (¡Happy Birthday!, dicho sea de paso, por su 50 aniversario recién a fines de septiembre) que eran la delicia de este pequeño Citizen, dejaron de existir. Al menos hasta donde me informan algunos detractores.
Podría pensar que un ejemplar de los dulces, al menos una cajetilla, está en la Biblioteca del Congreso. Vamos, si la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos compró un documento digital con todos los twitts publicados en la red social twitter, no veo el inconveniente de que entre las chácharas adquiridas estén unos Piedrulces.
O incluso, apuesto a que hay un pequeño Piedrulce en algún rincón del Hangar 18, a un lado de una caja con los restos de algún OVNI o en el frigorífico donde conservan la cabeza de un E.T. que antes de su muerte se reunió con Winston Churchill y aconsejó a Fidel Castro de cómo alargar la agonía de los habitantes de su isla.
Otra opción del paradero de los restos de los Piedrulces podría ser el búnker donde se almacenan semillas de todo el mundo, allá por el Ártico. Seguro estoy que en las temperaturas de 17 grados bajo cero y entre el frijol, la lenteja y el maíz se les coló un dulce color rojo, o verde o uno color amarillo, y de ahí la confusión con las semillas.
Pero dejémonos de especulaciones, que ya bastante tenemos con las decisiones laborales de Zapatero, como para ponernos a hurgar más en los terrenos de la impresición.
Después de seguir por un rato el Big Brother chileno y sus 33 mineros atrapados, uno de los trabajadores rescatados me dio la respuesta del paradero final de los Piedrulces. El trabajador Mario Sepúlveda, el segundo en ver la luz de la superficie -aunque era de noche no le resta dramatismo a la expresión-, al pisar suelo firme sacó de un pequeño morral piedras y las repartió entre los hombres que lo rodeaban incluido el presidente Sebastián Piñera, quien gracias a Dios no empezó con uno de sus ataques de tics nerviosos.
Y sí, Sepúlveda llegó a la superficie entregando originales Piedrulces, del fondo de la tierra y muy seguramente calientitos. De esa manera el minero recompensó a los especialistas que trabajaron por semanas excavando y trabajando en la estabilidad emocional de los 33 hombres.
Sí, Sepúlveda premió con Piedrulces a la amable concurrencia.
Es momento de ir tras Sepúlveda y exigirle la ubicación original de los Piedrulces so pena de encerrarlo 100 días en el misíl Fénix II. ¿O acaso no parece un misíl, de esos que se compró Bachelet poco antes de terminar su presidencia?
Por una cosa -el encierro- o por otra -parecido con un misíl- seguro que Sepúlveda lo pensará dos veces antes de negarnos el acceso a los Piedrulces.
De lo que estoy seguro es de que esos Piedrulces no tienen el sabor de los de antaño.

1 comentario

Rodrigo -

Aunque los Piedrulces tengan una gran connotación emocional para usted, le pediría no reste tanta importancia a los twits almacenados en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. No obstante que los probablemente si mostramos una caja de Piedrulces a muchos adultos de hoy podríamos reconstruir el estilo de vida de los niños nacidos en las décadas de los 70 y 80, lo cual podría constituir un interesante estudio sociológico; los twits almacenan mucha información (en algunos casos demasiada) sobre no sólo hábitos, sino relaciones, flujo de información,intereses y formas de pensar y sentir de los cybernautas en el mundo actual. Todo esto de gran valía para muchos, que con esa información pueden ejercer gran influencia en los numerosos twiteros.