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La aventura de los centavos. Reto 2011

La aventura de los centavos. Reto 2011

> Desde que los especialistas en finanzas personales dijeron con profundo convencimiento las ventajas de ahorrar, decidí firmemente poner en práctica esa recomendación.
Luego, hicieron sus estudios y llegaron a la conclusión que los "gastos hormiga" merman nuestros bolsillos cual colonia de insectos artrópodos hambrientos. Y desde entonces perdí el control de mis finanzas en efectivo.
Para darme una sensación de que estaba ahorrando decidí guardar -en una alcancía con forma de marranito, sino no tenía chiste- monedas, generalmente provenientes de los "cambios" del día a día.

Curiosamente mis ojos se adaptaron a tal hábito, de forma tal que veía con una agudeza que hasta el súper héroe más poderoso envidiaría, las monedas tiradas en el piso. Más extraña comenzó a ponerse la situación cuando comencé a hallar muchas monedas de 10 y 20 centavos mexicanos.

Para los que no conocen las monedas mexicanas, esas denominaciones (10 y 20 centavos, y las casi desaparecidas de 5 centavos), son las monedas de tamaño más chico que existen actualmente en el país. Por eso, por lo relativamente inprácticas ya no se manejan en el comercio. Es decir, muchas tiendas y algunos servicios públicos como el transporte ya no las aceptan como forma de pago. También empleados informales como lava coches, empacadores voluntarios de las tiendas de autoservicio, choferes y comerciantes ambulantes acostumbran tirarlas al piso, como una forma de decir que esas monedas no sirven para nada.

No había caído en cuenta porqué esos trabajadores se molestaban cuando recibían de propina monedas de 10 y 20 centavos, llegando incluso a aventarlas con desprecio, hasta que decidí darles un uso más decoroso a las monedas.

Todo pasó cuando hice corte de caja de mi marranito del ahorro, y contar pacientemente las monedas. No todas eran de 10 y 20 centavos. Logré guardar monedas de todas las denominaciones. Hasta un par de monedas de 10 pesos estaban incluídas en la alcancía.

Terminé mi labor de contar, clasificar y seleccionar las monedas. Y después vino un largo calvario. Al dirigirme al banco mi sorpresa empezó cuando el cajero me dijo que me aceptaban todas las monedas menos las de 10 y 20 centavos. Así sin más. No dio mayores explicaciones. Y ya saben que un cajero es más determinante en sus decisiones que toda la voluntad de un pueblo. Pero me dio un aliciente: "Puede ir a una sucursal "de canje", donde se las aceptan", y me dijo la dirección. No estaba muy retirado. Calculé los tiempos, pero el peso de las monedas restantes hacía que considerara dos veces acudir a depositar el dinero. A final de cuentas no era una gran cantidad de dinero, pero sí eran muchas -muchísimas- las monedas. Busqué otra opción y me dirigí a una tienda Soriana. Me dijeron que sí las aceptan... pero haciendo compras. No era mala alternativa. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de ir a la sucursal "de canje". En ese momento mi determinación era más grande que la de un cajero de banco. Y tomé camino a la famosa sucursal "de canje".

A los 20 minutos llegué, y sientiendo que estaba cargando un costal de piedras, hice pacientemente fila. Fue rápido que llegara a la ventanilla, y le explicara mi procedencia y mis intenciones al cajero de la nueva sucursal. Me vio lastimosamente y me dijo, con la mirada baja: "Sí se las aceptamos. Pero antes de las 12 del día". Y claro, las leyes de Murphy son claras: en ese momento ya eran entradas las 13 horas de la tarde. Me arrepentí de haber ahorrado esas monedas. De haberlas sacado del baúl. Contarlas. ¿En qué momento se me metió en la cabeza tan ortodoxa forma de ahorro? Ni modo.

Entonces ya tenía yo cuatro opciones en mente:

1.- Tirar en el próximo bote de basura el bulto que me estaba mostrando un mundo financiera desconocido para mí;

2.- Regresar al siguiente día antes de las 12 para hacer mi operación;

3.- Destinar esas monedas para compras en la tienda Soriana;

4.- Olvidarme del asunto y encaminarme a la comida con mi amiga Tania;

En el momento y a futuro opté por la 3 y 4. Aunque tuve toda la tarde para pensar largamente sobre el destino "no oficial" de las monedas de 10 y 20 centavos, sigo sorprendido por las decisiones que se toman de forma colectiva, y repito de manera "no oficial", para hacer más práctica la vida del día a día. Un sector de la población decidió quitar de sus vidas esas monedas, y poner de cabeza a otro sector de la sociedad que sí las queremos tomar en cuenta. El impacto es tal que hasta los mismos bancos se mantienen al margen, llegando a designar sucursales y horarios especiales para el manejo de dos denominaciones insignificantes, sí.

Mi conclusión: en lo posible trataré de mantener a raya esas monedas. Les recomiendo que no las guarden. Si quieren tírenlas, pero nunca las vean con ojos de que se harán millonarios con ellas.

*     *     *

6 comentarios

linksakura -

A mi me dijeron que fuera al Banco de México, en Eje Central Esq. Av. 5 de Mayo, saliendo por metro Bellas Artes, yo planeo ir esta semana a ver que onda.

nancy martinez -

depositalas en tu cuenta bancaria, eso si los puedes hacer

Ivonne Hueso -

...quise decir 436 pesos, no aparecieron los dos primeros números o escribí mal. Disculpen.

Ivonne Hueso -

Tengo exactamente $436 pesos en moneditas de 10 y 20 centavos... lo que me pasó a mi, fue que me enviaban de una sucursal a otra del Banamex; al leer esta nota, creo que estoy en la opción 1 y 3 :(

ale 7mo sentido -

Lo mejor es gastarlas en el súper. En comercial mexicana también las aceptan (al menos las pocas que he tenido).

Que mal...

Rodrigo -

jajajaja......
a mi me paso exactamente lo mismo y hasta la fecha sigo buscando la sucrsal de canje o "central morrallera"como le llaman los cajeso. si alguien sabe donde esta un centro de canje diganme porfavor
he gastado mas en pasajes de lo que tengo en moneditas, esto ya es personal. Por cierto si alguien tiene monedias yo se las cambio