Que así fueran todas...

Pero la verdad, es una visión irreal de las abejas.
Caricaturizadas dan ternura, su afán por mostrarse como muy trabajadoras las ha hecho íconos de los tiempos de la productividad. Junto con las hormigas, las abejas comparten una organización y estructura de poder y social, que lo mismo empresas y países envidian en lo absoluto.
Dan envidia por lo organizadas que son las abejas.
Para muchas personas, incluído yo, las abejas son un dolor de cabeza.
Realmente tengo pocas fobias a bicharajos (voladores, trepadores, peludos, alados, patones, ojones, zumbadores o ponzoñosos), pero los animalitos que si me inquietan un poco son las abejas.
Dos anécdotas me vienen a la mente:
ANÉCDOTA 1: Estando cenando en un restaurante de la zona de Polanco, comienzan a llegar a mi mesa varias representantes de la familia de las apidae. La velada va muy agusto, el clima no podía ser mejor... pero esas visitantes zumbadoras comenzaron a inquietarme. Mis esfuerzos por alejarlas sin espantarlas y evitar desatar su ira eran sobre humanos... Hasta que no pude más, y mis instintos de sobrevivencia afloraron: comencé a tomar rehenes de las abejas y los metía en la lata de refresco que tenía frente de mí. Seguramente con alguna señal telepática, llegaban más abejas (no sé si en ayuda de las enlatadas, o nomás para ver qué nuevas había).
FINAL: La encargada del restaurante me facilitó una especie de raqueta de pinpon a base de alambre que al apretarle un botón fulminaba a las abejas con un simple contacto. No sé qué cara tenía, pero al final de la noche la empleada sólo dijo: "LLegaron muchas, verdad".
ANÉCDOTA 2: Difiere poco de la de arriba. Solo que aquí no hubo encargada ni empleada piadosa... digamos que me dejaron morir solo. Todo se desarrolla en Tepoztlán, en el estado de Morelos. "Tepoz", como se de dice comúnmente, ha sido para mí un destino de fin de semana bastante agradable (a no ser por miles de defeños que únicamente van a emborracharse). El medio día caluroso, en la alcoba de un restaurante céntrico y los platos con comida típica era el ambiente del momento. Derepente... una abeja... Ok, no pasa nada. Ignórala, pienso. Pero las abejas son como los niños: cuando saben que no hacen felices a algunas personas, se ensañan con ellas y les hacen medio circo frente a sus ojos... La abeja seguía sobrevolando los platillos y -para su mala suerte- las bocas de las botellas... Uno que otro ademán con la mano para alejarla y todo volvía a la normalidad... Segundos después regresaba (desconozco si la misma u otra, con eso de que usan el mismo traje camuflajeado es imposible diferenciarlas). Y otra vez la historia... Y otra más. Para entonces ya había dos abejas en la mesa intentando gorrear comida. Una se postra sobre la boca de la botella, y con un pequeño bulto de servilleta la meto al interior de la botella y la tapo rápidamente. Siguió el mismo destino una más... y otra... y otra.... si mi memoria no me engaña, me parece que fueron siete abejas embotelladas.
FINAL:La situación se agravó porque los meseros me ignoraron por completo. Pedía la cuenta a uno, y ese se la pedía a otro, y ese olvidaba el encargo, así que a los pocos minutos tenía que repetir la orden mientras me controlaba en extremo por no pararme de la mesa y alejarme de tan peculiares visitantes.
Me parece que ésta ligera fobia a las abejas viene de mi infancia, cuando estando en el jardín de mi casa una abeja decidió incrustarse en mi rodilla... Si bien el miedo a ellas no ha llegado a casos extremosos, porque todo sigue controlable, trato de comportarme a la altura cada que una bolita amarilla con rayas negras ronda mi territorio.
Ni modo, algún defecto debía de tener...
3 comentarios
Miyinalouzo -
Pavoguze -
angie -
Un besote!