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Lo que no sabes...

La crisis (sexual) del '94

Nadie imaginaría que la historia de la humanidad también carga crisis sexuales.
Antes, se pensaba en revoluciones sexuales cuando, en el mejor de los casos, había cambio de siglo. Estoy convencido que parte de las revoluciones sexuales han ido aparejadas con el mundo de la moda: por ejemplo, el desenvolvimiento -lento, paulatino- del papel de la mujer, se dio con las evoluciones en su modo de vestir: de largos y abigarrados vestidos, a cada vez más prácticas y funcionales prendas de vestir.
Una de las crisis sexuales más notorias, y que de hecho se acaba de lanzar al mercado un documento de aquellos años, se dio en el ’94... claro, me refiero a 1894, plena época victoriana.
La época victoriana buscó una reconcepción de la vida religiosa y moral (y con ello el surgimiento de varios mitos en torno al sexo y al género). Pero no todo estaba perdido. En materia de vida sexual también los especialistas tenían la palabra, como el caso de Freud.
Si bien sus primeras palabras científicas eran harto sexistas, Freud ya comenzaba a hablar de placer y sexualidad. Muy a su estilo, Freud abonó parte del terreno de los usos y costumbres victorianos. La tradición de la época victoriana hizo que las mujeres creyeran que el orgasmo era algo pecaminoso. En este contexto apareció la obra de Freud, quien afirmó que existían dos clases de orgasmo femenino: el clitórico y el vaginal. Esta afirmación no hubiera tenido problemas si no hubiera sido porque Freud consideraba al orgasmo clitórico como un signo de inmadurez psicológica, mientras que los vaginales eran los verdaderamente sanos y maduros. (y no dudo que intensos).
Por el lado de los artistas y literatos, el Marqués de Sade, arremetía contra el pudor de la época, y se daba vuelo con sus escritos que, a consideración de los especialistas e historiadores, buscaba plasmar relatos eróticos sin consideración del pudor, leyes, moral o la religión, teniendo, así, una filosofía de libertad sexual extrema.
Parte de las contradicciones de la Época Victoriana está aquella que dice que las mujeres "decentes" deberían exigirse continencia sexual, y al mismo tiempo toleraba la prostitución como un vertedero inevitable de las necesidades "sucias" (sic) de los hombres. Durante los siglos XVIII y XIX conductas sexuales, como la masturbación, eran consideradas inapropiadas e incluso se afirmaba que practicar la masturbación acarreaba desórdenes como la epilepsia.
Luego, para agrandar la historia victoriana, se creía que ni las mujeres ni los niños tenían una sexualidad como tal.
Pues bien, con todo este contexto, y en pleno siglo XXI, está por reeditarse un libro fechado en 1894 que contiene consejos sexuales. En 1894 Ruth Smythers, esposa de un párroco inglés, escribió una guía llamada "Consejos sexuales para maridos y mujeres de 1894".
Ruth parte de la premisa de que las mujeres deben enfrentarse a la "terrible experiencia del sexo", y para ello sugería "hacerlo poco y de mala gana" (claro, recordemos que si la mujer se mostraba dispuesta al sexo, se le tacharía de sucia y prostituta).
Otra de las sugerencias tan útiles era la siguiente:

Si él (el hombre) trata de besarla en los labios, ella deberá girar levemente la cabeza para que el beso en su lugar, caiga sobre la mejilla. Si le levanta el camisón y trata de besarla en cualquier otra parte del cuerpo, ella volverá a poner el camisón en su sitio, se levantara rápidamente de la cama y anunciará que la naturaleza la llama al baño.

Como ese libro era realmente todo un tratado de sexualidad, también trataba el tema de la frecuencia de los encuentros sexuales.
La autora, y muy conocedora del sexo, daba algunas directrices de cómo comportarse ante el hambre sexual de los hombres.

La esposa sabia sólo permitirá 2 breves experiencias sexuales por semana. Y según pasa el tiempo, debe intentar por todos los medios reducir aun más su frecuencia. Las enfermedades, dolores de cabeza y el sueño fingido son los mejores aliados en esta materia.

El encuentro sexual se percibía más como un acto irracional y del que el hombre no podía librarse ni controlarlo. Así, Ruth Smythers se refería a que las mujeres debían de mantenerse rígidas y evitar emitir sonido alguno que diera al hombre la idea de gozo o placer.
Ya desde entonces se hablaba de cómo concluir un encuentro sexual. Al paso de los años y los siglos, el tema se convirtió en centro de muchas investigaciones.
Pero ningun consejo es tan certero como el de Smythers, ella considera lo siguiente:

Una vez terminado el acto, ella debe comenzar inmediatamente a molestarlo recordándole las tareas que debe realizar al día siguiente.

Lo que me resulta más interesante de todo este meollo victoriano post contemporáneo, es darme cuenta que algunos conceptos del siglo XVIII-XIX siguen vigentes e incluso muchas personas las siguen creyendo como verdad única.
Ya han pasado cosa de trescientos años, y pareciera que en muchos temas, la humanidad sigue ignorada de los avances científicos (con todo y sus bemoles).
¿Acaso es tan díficil aceptar el placer sexual y corporal como innato al ser humano?
¿De plano tantos miedos tienen las personas que se niegan a abrirse a la sexualidad?
¿Tú qué opinas?

2 comentarios

Jess -

X favor! Menos mal q no naci en esa epoca... jajaja
Creo q es vdd q en la actualidad hay personas q siguen con ese pensamiento tan antiguo y practicament irracional...
Lo q no creo es q haya sido beneficioso para nadie en la epoca, los hombres estaban tan confiados en q a las mujeres no los gustaba q no c molestaban en complacerlas y las mujeres estaban tan confiadas en q no les tenia q gustar q no c dejaban disfrutarlo...
Si me permitis me gustaria repostear partes en mi blog... x favor avisame... si no t parece la idea x favor decilo yo no me hago problema
Besos

Superhero !! -

No maaaaams...
Le voy a dar un copipaist a este post tuyo y se lo reenviaré a cierta personita.
Es que -arrrgggh- casi podria jurar que está siguiendo al pie de la letra esas sugerencias.
Bueno, la mera neta es que luego tambien yo exagero un poco y nomas me la paso pensando en sex sex sex sex sex sex sex sex sex.
.
Ninguna de las dos partes deberiamos tomar posiciones tan extremistas.