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Lo que no sabes...

Historias de amor... y de risa. (O qué no hacer en una cita amorosa)

> A lo largo de mis años me he topado con muchas personas.
Sobre todo en lo relacionado con ligues o encuentros.
La viña, dicen en mi pueblo, es variada y hay de todo.
Hasta de cosas que uno no imagina.
Y al final de cada encuentro siempre me quedo con muchas dudas, muchas preguntas de porqué algunas personas son así o asa. En algunos casos me pregunto “¿Qué les pasa a los hombres?”.
A continuación mi clasificación de los hombres bajo un ambiente de cita o encuentro casual, con miras a –supongo yo- agarrar hombre que los mantengapapacheyquiera por su linda cara….

 

1.- Eros Iluso.- Tal vez la falta de un muñeco de peluche en su infancia, o de juguetes en el día de navidad, algunos hombres se comportan como si uno fue un Rey Mago o un ente milagroso rayando en mago de Aladino que con frotaciones cumplirá inmediatamente los deseos mundanos o carnales, monetarios o amorosos. Y claro como uno es el genio maravilloso pues el hombre en cuestión sería casi (técnicamente) nuestro amo. Lo malo es que habemos muchos genios que no cumplimos deseos nada más porque sí.

 

2.- Perdonavidas venido a menos.- En cierta ocasión, cuando rondaba a todo lo largo y ancho cierto chat en la Internet, conocí a un hombre (de muchos). Obtuve una cita de su excelencia y nos vimos en el futuro próximo. Al encontrarnos en un café se sentó frente a mí, y como haciéndome el favor de estar conmigo, tomó una actitud de “conquístame y rápido que soy muy importante”. Como en ese tipo de situaciones yo soy más terrorista que los judíos contra Palestina, apreté las tuercas y la cita tronó en pocos minutos. ¿Conclusión? No eran para tanto esos alardes. Desafortunadamente para esa persona a los pocos días me lo encontré en un antro tan mortal y normal como los más. ¡Pero qué necesidad!

 

3.- Alabanzas agobiantes.- Otro tipo de chicos que me tocó conocer fue aquel que eran muy tranquilos, muy sencillos, la cita iba de maravilla, aquello parecía tomar buen rumbo… pero de repente enloquecía el hombre y comenzaba a echar flores a su interlocutor (o sea yo). Que yo lo escuche no hay problema. Que lo digan una o dos veces, está decente. Pero de ahí a que su único discurso conquistador sea: “Es que eres muy guapo…. Me la estoy pasando muy a gusto… Me atraes….” etcétera pues aquello era agobiante. En algunas ocasiones por mi mente pasaba la idea de “¡Maldita sea, porqué no me dices otra cosa!”, pero tampoco quería arruinar la cita. Al cabo que hay muchos temas para hablar.

 

4.- Alabanzas agobiantes (y que me aguanté el agobio porque valía la pena).- Claro que no todas las citas en las que se la pasaban echándome flores terminaban tan amargas como las arriba descritas. En otras opté por aguantarme el agobio porque mi acompañante era un deleite verlo… y no muchas veces escucharlo. Pero aún así, el agobio llegaba… “Mesera, la cuenta por favor”… Nunca falla.

 

5.- Quiéreme porque soy yo (Y tu nieve de limón).- Los que no merecen el suelo que los sostenga fue hasta cierta medida el punto en común. Y como no quiero abundar al respecto, yo lo único que hacía era cerrar mi boca, no hablaba hasta que el silencio hacía su trabajo… “Me tengo que ir. Nos seguimos comunicando, ¿ok?”. Nunca estaba demás dar falsas esperanzas. Aunque ambas partes sabíamos que no volveríamos a encontrarnos.

 

6.- Románticos por conveniencia (Y vaya que los hay).- Hubo una cita que hasta la fecha la recuerdo por la ridícula actitud que tomó el hombrecito con el que me encontraba. Llegó con un aire de muy ocupado, y como no quería perder tiempo (y yo tampoco) fue al grano: “A mis anteriores parejas les he pedido que cada vez que nos veamos me reciban con una rosa…”. ¿Y todos lo hacen?, le pregunté. “No. De hecho por eso corté con el anterior”. Ah ok, dije escuetamente y cambié de tema. No solamente en los hombres, sino en las personas en general la onda de que se tomen aires de romanticismo extremo entrando y saliendo por lo ridículo no es muy alentador que digamos. A lo mejor este chico intentó decirme que en el fondo de su persona (y muy en el fondo) existía un personaje romántico, aunque sus actos y postura dijeran que era un arrogante. Por supuesto, como no cedí (ni creí ni caí) en tan increíble y absurda petición, quedé como un antiromántico. ¡Uy mira cómo tiemblo!

 

7.- Seductor… y digno (y un poco loco).- El ambiente y la fiesta en el antro estaba, por lo menos, de maravilla. Aquello era el paraíso, y claro, entre destello de luz y acordes de música, se me apareció un candidato a algo. Nos apartamos un poco del ruido y empezamos a charlar. En un primer momento su charla me pareció (y me lo sigue pareciendo al cabo de los años) sinsentido y orate. Me habló de que soñó con el Papa Juan Pablo II y que le ponía las manos sobre la cabeza y salían rayos de luz. No lo tomé tan a locas, considerando que a lo mejor frente a mí tenía a un ser iluminado. Como el ruido era mucho y la charla se ponía buena (sobre todo hay que recordar que en mí vive un criticón, así que tendría tela de dónde cortar) optamos por irnos a un café cercano.
Siguió hablándome de sus sueños guajiros. Y de repente, de no sé dónde, sacó unas ilustraciones, unos dibujos bastante kitsch y que todos hemos visto en calendarios baratos de adolescentes: Piolín y Silvestre con corazones alrededor; un niño y una niña en un columpio con un ramo de flores; Silvestre con cara de narcotizado y emanando corazones de su ser… Según me dijo este individuo él los había hecho. Y la verdad le quedaron tan bien que hasta podría jurar que eran fotocopias. Que entre muchas otras cosas eso vendía para hacerse de dinero. Y me dio unas. Me las enseñó, y se mostraba algo apresurado. Y yo, como buen perdonavidas Honoris Causa, las miré por encima, se las regresé y le dije “Ah están padres”. Y aquel se puso de digno: “¡¿Ah que no me vas a comprar una?!”. ¿Y cual crees que fue mi respuesta? “No”. Las tomó de mal modo, se levantó de la mesa y se fue, muy digno y enojado por mi insensibilidad. ¡Soy un mal hombre!

 

8.- Buen seductor… pero muy jovencito.- Los últimos minutos de la estancia en el antro se veían venir porque los meseros empezaban a levantar las mesas para que los clientes que nos aferrábamos a los últimos acordes de la música nos fuéramos a descansar. Desde un par de horas antes, había puesto en la mira a un muchachito de buena pinta (pero sólo de buena pinta), que estaba cotejando a otro muchachito. Mientras se abrazaban volteaba a verme y claro, ni tardo ni perezoso, donde pongo el ojo pongo la… bala. Cuando el chico 3 hubo agarrado camino, el chico 2 optó por venir corriendo a mis brazos suplicando por mi amor… Bueno, la verdad ni en Corín Tellado pasa eso, pero la onda está en que nos aprontamos uno con el otro. El niño, sobra decir, quería juegos de adultos. Y yo, claro está, estaba dispuesto a cumplirle su jueguito. Cuando el juego se estaba poniendo decisivo, y luego de haber intercambiado teléfonos, mails, nombres, citas, lugares, deseos y fantasías, y ante un arrebato demasiado proactivo de mi parte el muchachito demostró lo verde que estaba para entonces: “EEhh, no ya me tengo que ir. Nos vemos, bay”, y así, tal y como lo estoy escribiendo aquí, se separó de mí y agarró camino a algún lugar de este mundo. Y digamos que el rogar nunca ha sido mi fuerte, así que con el amigo con el yo que iba optamos por ir a dormir a nuestras casas. Al siguiente día, por la tarde, me llamó por teléfono el chico 2. Me saludó afable, recordó todo aquello que quedó pendiente. Yo le di por su lado, hice bromas. “Oye, ¿todavía tienes el papelito que me sacaste de la bolsa trasera del pantalón?”, preguntó refiriéndose al papel donde tenía anotado el teléfono del chico 3 y que al meter mi mano en ese lugar sustraje, para luego en alguna hora de la madrugada, ya en mi cuarto, arrugué y tiré a la basura. Lo saqué, estiré y le pasé el teléfono. Quedamos de hablarnos. De vernos. Pero claro, su novatez lo mató…

 

9.- ¿Y qué haces aquí? (O lo que es lo mismo, sino quieres ver fantasmas no salgas de noche).- Otro momento de antro. Noté que poco a poco se acercaba a mí un espécimen bastante interesante. Cuando menos lo supe, me estaba haciendo algo de charla, y diciéndome que si podía presentarme a un amigo. Cuando llegó el amigo la onda fue muy tranquila. Desconozco porqué muchos hacen del tema de plática aquellas situaciones donde pretenden mostrarse como decentes y recatados. Y aquí no fue la excepción. Algo me estaba contando mi acompañante (mientras ponía mis ojos en el amigo que hizo de cortezano), el chiste es que la idea iba por una situación que lo había molestado mucho. Recuerdo que le pregunté: "¿Y porqué te molestaste?". Su respuesta más precisa no se pudo: "Porque me tocó". Bla bla bla por aquí y por allá y agarré camino. ¡O sea que estaba en un antro de vicio y perdición y no quería que lo tocaran! Vaya Vaya.

 

10.- No soy fetichista, así que ponte la ropa interior.- Antro y poca gente. Desde mi llegada partiendo plaza noté algunos candidatos para algo. A los minutos ya tenía a pocos centímetros a uno de ellos, charlando con poco ánimo pero muy interesado en otros temas. A lo mejor a este tipo le dijeron que los temas sexuales se abordan con algo de fetichismo y cachondería fina. Tal vez recordando algunos consejos de Anabel Ochoa (QEPD) se había preparado para una noche de placer y que al menos, hasta la fecha sólo es un recuerdo de un momento chistoso. En eso comenzó a acercarce a mí, lo suficiente como para percibir su perfume. Me tomó una mano, la puso al borde del cinto y dijo, eso sí con voz muy sensual: "No traigo ropa interior". (Pensé: "¡Qué incómodo!). La frase y la situación no me pareció muy erótica que digamos, y menos me invitaba a pecar. Así que con esa sensualidad con que me dijo que ese día no traía chones, yo le respondí con otro sensual "Ah Orale" y despacito, porque no había porqué romper el romanticismo, alejé mi mano del borde del cinturón.

 

Así la historia.
¡Cuantas cosas hacemos las personas para parecer interesantes, románticas, seductoras!
Por eso, hubo un momento en que en las citas no esperaba demasiado. Al final de todo, me llevé muy buenos amigos, y muy gratos momentos.

2 comentarios

Lester :+ -

Y bueno... tal taxonomía solo puede hacerse con aaaaaños de estar donando el cuerpo a la ciencia... y al antro.... jajajaja
Pero la pregunta no sólo es: ¿qué les pasa a los homobres?, tambien podríamos aplicarla a ellas... :-p

Superhero !! -

Woow!!
Orale compa. Eres un experto de los antros.
Al menos ahora tienes muy buenas experiencias que te hacen sonreir!!
.
Y tienes muuuuchisima razon:
“Mesera, la cuenta por favor”… NUNCA FALLA.!!!
ja ja ja.
.
Un saludo y un abrazo compa!!