Amorosa década del 80
> La década de los 80 fue muy rara.
Los contenidos de la televisión resultaban, si mi memoria no me engaña, realmente fantasiosos.
Vienen a mi mente dos series que, por lo menos, eran muy fumadas.
“El Crucero del amor” y “La isla de la fantasía”.
Empecemos por la primera.
“El Crucero del amor” siempre me pareció que era un hotel de paso flotante.
Por arte de magia, y seguramente porque cupido estaba en etapa reproductiva, todos se enrolaban con todos. Empezando por el capitán que con sus conocidas fiestas ligaba a propios con extraños.
Por una parte, nunca me quedó claro dónde embarcaban, de dónde salía la gente que subía y subía (y que extrañamente nunca bajaba). ¿Los aventaban al mar? ¿Servían de complemento alimenticio para tiburones? O… ¿una fosa de cocodrilos había debajo de la alberca?
No sé. Pero una cosa es cierta: todos andaban con una amplia sonrisa en sus labios. Y algunos más, algo ruborizados.
Las intrigas entre la tripulación y el resto de la banda era el pan de cada día. Ah claro, porque en el “Crucero del amor” no todo era amor, y menos alegría y diversión. Pero como el capitán era el que decidía quién con quién, pues los intrigosos se quedaban con el coraje atorado.
Como buena producción norteamericana la serie en sí no daba para mucho. Por ello actores, cantantes, actrices e integrantes del espectáculo gringo en decadencia se hacían los aparecidos en el barco. Y fue cuando vimos a Jamie Lee Curtis, Michael J. Fox (mucho antes de que Spielberg le chupara el cerebro con los culebrones de “Volver al futuro”), Zsa Zsa Gabor, Suzanne Somers. También abordaron en algún lugar del planeta músicos The Temptations o Village People (¿los dejaron subir con sus disfraces?).
Cada capítulo empezaba y terminaba igual: El capitán y su tripulación en las escalerillas del barquito con senda sonrisa, felices porque echaron a volar al cortesano que todos tenemos dentro, y ellos, sobra decirlo, con más ganas.
Aún así la serie estuvo cosa de diez años al aire (o en altamar, mejor dicho). Hasta que, supongo, el barco se hundió o todos enloquecieron por estar tanto tiempo en altamar.
Una serie que bien podría haberse emparejado con el crucero fue “La Isla de la Fantasía”, con el recientemente muerto Ricardo Montalván. Para como estaban las cosas en los EE.UU. lo más seguro es que los que habitaban en la Isla de la fantasía fueran los mismos que se subían el barco del “Crucero del amor” para tener momentos de soledad y cambiar de aires.
Porque la situación era la misma: una isla donde entraban y salían hombre y mujeres, acaudalados todos ellos, para divertirse de forma inexplicable en una isla que sabrá dios dónde estaba.
Siempre eran recibidos y despedidos por el Sr. Roarke (una especie de Hugh Hefner atildado hasta el detalle de blanco) y siempre acompañado por… ¿su mascota?... de nombre Tattoo quien al grito de “¡El avión! ¡El avión!” el Señor Roarke traía a lindas chicas oriundas de tierras vecinas para recibir con cadenciosos y sublimes danzas a los visitantes que llegaban o mejor dicho caían del cielo…
Y así empezaba la historia.
Pero espera, no creas que cualquier mugroso llegaba a la “Isla de la Fantasía”. ¡Noo! Para que fueras recibido como un Rey tuviste que haber hecho reservación (Seguramente llamando a un 01-900… donde exóticas cubanas atendían tu llamada, y en cuyas mentes nomás retumbaba “Ten cuidado, te lo está sonsacando!”). Ya con tu reservación, tuviste, como segundo paso, que hacer el depósito bancario por los servicios que usarías.
Total que la mentada “Isla de la Fantasía” y un table dance de cinco estrellas eran una cosa y la misma.
Me entero, hablando de la Isla de la Fantasía, que el chaparrito Tattoo siempre se ponía muy ad hoc para las visitas. En cierto capítulo llegaría a la Isla una potentada millonaria de la industria de los cosméticos. Iría al paraíso de la isla a grabar un comercial. Pues el buen Tattoo aparece disfrazado de director de cine, argumentando que en esa isla él es el más conocedor e informado de cómo dirigir un comercial. A lo cual Sr. Roarke le responde: “Otra vez estás fantaseando, Tattoo”, y el chiquitín le responde: “Pues qué mejor lugar para hacerlo que éste, ¿no?”. O sea… ¿en esa Isla se consumía algún tipo de estupefaciente que provocara alucinaciones y delirios constantes en sus habitantes? ¿A eso se debe, pues, que todos anduvieran felices y contentos en una isla que pasaba de todo y nada faltaba?
No lo sé de cierto, pero lo supongo, que éstas dos series de tv sean las más representativas de la década 70 – 80. Y no me queda la menor duda que no recordaremos el nombre real del actor que hace Tattoo, pero sí recordamos el grito que daba desde el campanario avisando de la llegada de un avión (¿en una vida pasada fue controlador aéreo?).
Si bien es cierto que la década del 70 – 80 no fueron nada halagüeños, considerando que el mundo entero vivía con el temor de la Guerra Fría se calentara en cualquier momento, o que los comunistas, con esa mente perversa y maquiavélica, fraguaran el siguiente fin del mundo llevándose al baile a América.
Tal vez por eso las productoras de series de tv norteamericanas se empeñaban en inventar mundos y series que en condiciones reales nunca sucedería. Porque a final de cuentas de lo que se trataba era de hacer sentir al mundo confortable y feliz…
1 comentario
Superhero!! -
Por mas que busqué en los rincones mas profundos de mi memoria nomas no pude acordarme de haber visto alguna de esas series. Pero sí había escuchado hablar de ellas.
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supongo que por aquellas épocas yo andaba mas emocionado viendo Mazinger-z, He-man, Thunder cats, ó alguna de esas caricaturas japonesas de moda.
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Anyway...
Saludos compa!!