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Lo que no sabes...

El afortunado Billy

> En todos lados se cuecen habas.

Si tú pensabas que en nuestro país sucedían cosas que solamente se entendían bajo el principio del chanchullo, la transa, y la patada al de adelante, pues estabas muy equivocado.
La situación se pone pelona, cuando los mexicanos pensamos que somos los únicos dueños y propietarios de los derechos universales de las transas.

Hasta nos jactamos de ello.
Y el asunto va más allá y nos rasgamos las vestiduras cuando de programas sociales y combate a la pobreza se refiere.
Los programas sociales, con todo bueno y todo lo malo que tienen, siempre han sido reducto y nido de poder político en nuestro país.
Casos más recientes: el programa de apoyo a ancianos del Sr. López (A.k.a. Sr. Contreras o “El movimiento soy yo”) que deja un gran hueco financiero en las arcas del D.F.. Pero bueno, no soy especialista en el tema (aparentemente).
A nivel federal, contaba mi ex jefa Josefina Vázquez Mota, que cuando empezaron a auditar el Programa Oportunidades se encontraron con hombres tan responsables con sus familias, que tenían inscritas en el programa a sus múltiples esposas (y respectivos hijos).

Mujeres que estaban dadas de alta con distintos nombres, y joyas de la corona por el estilo fueron los descubrimientos de las auditorías al programa asistencial.
Pero ya no tenemos la exclusividad en ese tipo de transas “Made In Mexico”.
Brasil, país famoso por su carnaval y sus playas nudistas, acaba de informar que dentro del programa social Bolsa Familia, del Presidente Lula, estaba anotado Billy.

Billy era muy conocido por sus vecinos. Sus familiares, aunque pensaban que era algo haragán, lo trataban con respecto y cariño.
Billy no era, ¡ni pensarlo!, un ex combatiente de Vietnam; ni mucho menos un sobreviviente del 11 de septiembre. Aunque tal vez sería un agonizante sobreviviente de la izquierda latinoamericana, Billy, en medio de todo, se la pasaba bomba.

Billy estaba registrado en los formatos del gobierno como: Billy Flores da Rosa.
A Billy no le faltaba nada. Tenía, como dice aquel refrán mexicano: “Casa, vestido y sustento…” y, yo agregaría, amor.
Billy recibía cada mes veinte reales (unos 8.5 dólares) en dinero y tenía el derecho a otros beneficios y asistencias.

Billy era, por lo tanto, una estadística más del éxito del programa de Lula. Gracias a Billy (y a miles más) Lula salía y vitoreaba con ese tono de político redentor de la pobreza, los alcances y metas del programa Bolsa Familia.
Lula se levantaba el cuello, y con la “V” de la victoria en su mano, a lo alto, frente a sus seguidores, se mostraba satisfecho por el arranque del programa de asistencia social tan innovador.
Y no era para menos. Lula y esa sombra izquierdista revolucionaria que trae a cuestas y que intenta quitarse para mejorar la imagen del cono sur – y la propia-, recién había acoplado todos sus programa sociales bajo el título de Bolsa Familia.

Los índices de pobreza y marginación estaba disminuyendo paulatinamente y eso, ¡vaya!, era un gran hit para el ego de su gobierno.
Todo iba viento en popa. Los medios abordaban decorosamente la situación y Lula era feliz.
Pero Billy Flores da Rosa fue desenmascarado en recientes días. El día que fue descubierto pudo haber sido como cualquier otro: Billy se despierta, entrada la mañana, se despereza un poco, ve a sus familiares, convive con ellos, come algo de alimento, se asoma por la ventana, reconoce su calle, su casa, su colonia. Los aromas y los colores lo colocan en su realidad, en su mundo, en su universo. Billy se dirige al pasillo de la entrada de su casa, se recuesta unos minutos bajo la sombra del sol, Billy se queda dormido por el sopor de la tarde, Billy gira horizontalmente, se reacomoda y sigue durmiendo hasta la penumbra de la noche. Billy entreabre los ojos, recuerda que no comió a su hora, y se dirige a su lugar a masticar un poco de comida.

Así era un día normal de Billy Flores da Rosa.
Pero la rutina se alteró cuando ese día, antes de que Billy se dirigiera al pasillo de la entrada de la casa, se recostara unos minutos bajo la sombra del sol. Antes de eso un agente del control de fiscalización hizo una visita de rutina a la residencia de Eurico Siquiera da Rosa, con quien compartía vida, casa y techo, y quien, además, era coordinador del programa en el municipio de Antonio Joao, en el centro occidental estado de Mato Grosso do Sul.

El agente de control, con listado en mano, se dirigió a la entrada de la casa donde viven los Siquiera da Rosa, observó, como en una toma general, la fachada de la residencia, localizó el botón del timbre y lo oprimió.
Cuando una trabajadora doméstica abrió el portón principal, el agente de control se presentó ante la empleada y pidió ingresar al interior de la casa.
La empleada, nerviosa, jugueteando con el borde de su mandil, arrugándolo pausadamente, y mirando de tiempo en tiempo a la residencia esperando alguna señal o aparición de Eurico o de Billy, optó por dejar entrar al inspector.

Recién hubo ingresado el inspector gubernamental, a lo lejos se le acercaba Eurico, con una amplia sonrisa, de nervios – tal vez-, o de camaradería.
La presentación de rigor.
Una plática informal, sobre el pasto que precede a las escaleras de madera, amplias, gastadas, que suben hacia el recibidor de la residencia.

Repentinamente el inspector solicitó la presencia de Billy. Ese Billy que se paseaba por toda la casa, y que lo mismo ahorita se encontraba sentado frente a la ventana del estudio, que sobre la silla de la recámara principal, u observando, a lo lejos, a detalle, los movimientos en la cocina.
Eurico se quedó helado. No esperaba esa solicitud. Pensó, en cuanto vio entrar al inspector, que sería un empleado gubernamental más que acudía a solicitarle apoyo o algún ascenso.

Eurico, el honorable coordinador del programa en el municipio de Antonio Joao, intentó evadir al enviado. Quiso distraerlo, regresarlo a su oficina central bajo el argumento de que estaba por salir a un compromiso muy importante.
El inspector no cedió.
A la fuerza, con el apoyo de los estatutos operativos del programa Bolsa Familia, caminó a paso acelerado hacia la casa. Abrió la puerta que lleva al recibidor y que, como pulpo, mostraba frente a sí varias puertas y pasillos.
En la barandilla del segundo piso se asomó un gato; observaba a detalle la escena. El inspector caminó unos pasos, bajo la mirada de las empleadas domésticas; mientras, Eurico lo alcanzaba y entraba, también, sigilosamente por detrás del inspector.
Esperando que de alguna de las puertas se presentara Billy, conocido por muchos en su barrio, se quedó de pie en medio del recibidor.
Con el rabillo del ojo notó que el gato, el mismo que lo observaba recién que entró a la casa, se acomodaba en el primer escaño de la larga fila de escalones. Emitió un par de maullidos, bajos, como susurros, pero lo suficientemente audibles como para que el inspector volteara a verlo.

El inspector rodeó con la mirada el recibidor, hasta que sus ojos se encontraron con los de Eurico.

En la boca de Eurico se dibujó una sonrisa, muy ligera, como esbozo, un trazo suave que después se marcaría con más intensidad, y afirmó con la cabeza.

El inspector, horas más tarde, en su oficina elaboraba el reporte donde escribía, con lenguaje oficinista y gubernamental el status de la situación:

Durante la visita de inspección al domicilio del ciudadano Eurico Siquiera da Rosa ubicado en el municipio de Antonio Joao, estado de Mato Grosso do Sul, se encontró que el beneficiario registrado con el nombre de “Billy” en realidad se trata de la mascota felina del coordinador del programa Bolsa Familia, en el municipio de Antonio Joao, estado arriba referido, Eurico Siquiera da Rosa.
Por violar las reglas de operación de Bolsa Familia, Eurico Siquiera da Rosa será destituido del cargo de Coordinador del Programa Bolsa Familia.

 

En la inscripción la mascota había sido registrada con los apellidos de sus dueños y tenía tarjeta magnética de identificación para el retiro bancario del subsidio.

1 comentario

Superhero !! -

Woow!!
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Ya sabia yo que los gatos son unos cabronsetes... Pero éste se voló la barda!!
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Ah no... la culpa la tiene el dueño Eurico. Este sí que es un cabronsillo bien hecho.
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Oye compa, entendí bien?. Vazquez Mota fué tu jefa?, curiosamente ahora que está a cargo de la SEP es, de algún modo, mi 'jefa'.
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Saludos compa!!