Bobsleigh Casero
De niño practiqué deportes extremos.
Vamos, no creas que anduve colgado de un paracaídas y mucho menos escalando altas montañas.
Como te comenté hace unos días, jugué a apaches y comanches.
Pero otro de los juegos extremos que realizaba era uno que ahora que lo veo se parece mucho al bobsleigh. El bobsleigh es el deporte de invierno que consiste en que uno, dos, tres o cuatro deportistas empujan un trineo, y al alcanzar cierta velocidad todos se suben a él y deben recorrer cierta distancia. El chiste de todo es que deben de ir cronometrando menor tiempo en relación con los demás equipos. Obvio el que menos tiempo realice es el ganador.
Bueno, entre un juego y otro de apaches y comanches practicaba el bobsleigh casero.
¿Había suficiente nieve como para armar una pista?
¿El trineo era resistente?
¿Cuantas horas al día practicaba?
Para nada.
Comenzaré diciendo que el trineo en el que me trepaba (tanto por decisión propia como por invitación de mi hermano Lester) era una caja de cartón. La pista bueno, no había tal. Las escaleras eran suficientes para deslizarse. No creas que era tan silvestre el asunto. Tenía (teníamos) equipo de protección: un casco de futból americano para proteger la cabeza. A la caja la cubríamos por dentro con cobijas y almohadas.
¡Listo!
Sólo faltaba el empujón que me deslizaría por las escaleras unos 3 metros abajo.
El recorrido era muy breve. Creo que tardábamos más en equiparnos que en el desliz.
Pero eso sí, la emoción y la experiencia era tan excitante como estrellar dos aviones contra imponentes edificios y caer en llamas con ellos. La verdad, debo confesar, era un jueguito que me gustaba mucho. Si bien al final de todo el teatrito terminaba un poco adolorido de mi trasero (todavía con las almohadas y cobijas el golpeteo de las escaleras se sentía, y eso al cabo de unos cuantos "recorridos" comenzaba a doler).
De imaginarlo da risa la escena: un enano de unos pocos años (no sé, tal vez unos 5 o 6 años), con un casco de futból americano que le asemejaba más a la Hormiga Atómica que a un incipiente practicante de bobsleigh profesional. Una caja con toda la dotación de cobijas y almohadas de la casa, que para el caso eran de mucha ayuda contra golpes e inevitables caídas o volcaduras (que por supuesto que las hubo). Y mucha emoción por parte del participante.
No faltaba nada.
La imaginación me transportaba a alguna planicie con mucha nieve, bajas temperaturas y hasta lograba que yo escuchara los vítores del público ante el triunfo del participante. Triunfo, claro está, del único participante.
Todo eso cabe, cupo y cabrá en mi mundo.
Imaginación, ¿qué haríamos sin ella?
8 comentarios
Creative Recreation -
Mariana -
Quise siempre siempre que me compraran una avalancha, no fui tecnológicamente creativa como ustedes, así que me quedé (siempre-siempre) con las ganas de mi avalancha.
Ahora soy más temeraria y sí me gustaría poder hacer estupideces como saltar del "bonyi" ese...
¡Besos tronados!
Mariana.
Bueno pues... ¿quién eres?
Maclovia -
Besos.
Gaviota -
Tito -
saludos de Tito! La Cariactura Existencialista!
celiux -
yo siempre fui miedosa para andarme aventando de las escaleras
diego -
angie -
bendita niñez y como bien dices, viva la imaginación...
besos!