Just....¡push the bottom!
Lo descubrí hace relativamente poco tiempo.
Tal vez en más de una ocasión provoqué o estuve a punto de provocar un cataclismo mundial por andar de tentón.
Y aunque en México tenemos un dicho popular que dice "Niño tentón para en ladrón", en mi caso lo primero ha sucedido muchas veces... lo segundo, el robo más grave que alcancé a hacer fue sustraer un caballito de plástico que sufrió los embates de una mandíbula -no sabría decir si humana o animal- de un vecino.
El tema no es al caballito, ni mis robos de la infancia.
El asunto es que la relación que tengo (sostengo y mantengo) con los botones (interruptores) ha sido más que particular.
Cada vez que tengo cerca un botón, una cosquillita me invade por todo el cuerpo y la tentación de oprimir ese botón y "ver qué pasa" es irresistible.
Todo pasó hace aproximadamente un año, en un viaje de regreso de Tepoztlán a México.
El Señor ABcedario y yo estábamos de pie ante el autobus, a pocos segundos de abordarlo para tomar la carretera que en poco más poco menos de dos horas nos dejaría en la terminal.
El camión, grande, de un color rojo cobrizo, brillando bajo los rayos del sol, se colocó justo frente de mí. A través de la ventana, ligeramente oscura, alcanzaba a ver al chofer. En eso, un ruido mecánico, con tonos de ingeniería neumática, dieron paso a la apertura de la puerta del camión. Con un movimiento constante, la puerta y sus cristales dejaron ver más claramente el interior.
Por unos segundos nos quedamos al pie de la escalera, esperando algunas indicaciones por parte del personal de la empresa de camiones.
En eso, bajo un poco la vista y a la altura de mis ojos apareció una protuberancia negra en la superficie de la lámina. De textura de hule, con algunas arrugas, la protuberancia que hasta ese momento no reconocí del todo, era todo un eniga para mí.
Lo observé por un buen rato. Mire a mi alrededor. Eché un vistazo al interior del camión, específicamente al chofer y poco a poco levanté mi mano.
Pausadamente, y evaluando la mirada del conductor y de las personas que me rodeaban, acerqué mi dedo a esa protuberancia.
Todo fue como en slow motion. La acción, que por unos momentos me recordó la pintura de Miguel Angel "La Creación", donde dos mundos, dos extremos, dos puntos que están a punto de interconectarse se acercan.
Mi dedo por fin tocó ese... botón.
Repentinamente, un sonido muy similar al que había escuchado cuando la puerta se abrió, sonó un "Ptssss..." y vino el silencio.
En cualquier momento, pensé, vería salir expulsado por el techo al chofer (con todo y asiento, claro, y a unos 30 metros se abriría un paracaídas). Y peor aún, las llantas del autobús se volverían retráctiles y aquella máquina con pasajeros se convertiría en una especie de nave voladora.
Y la puerta se cerró...
Un silencio, como aquel que se hace cuando un niño hace una gran travesura, invadió la zona de acotamiento de la carretera.
Yo, la verdad, no sabía qué hacer. Pensé muchas cosas. "No me dejarán subir", fue lo primero que pasó por mi mente. "Se arrancará sin nostros..."... eso sin considerar que no solamente el Señor ABcedario y yo nos quedaríamos varados a mitad de la carretera, sino también una docena de personas que al igual que nosotros, esperaban ascender a sus respectivos asientos.
El Señor ABcedario, a un par de pasos detrás de mí, observó todo y estoy seguro que segundos antes de que yo oprimiera el botón él ya estaba pensando en lo que estaba por hacer. Pero no dijo nada, tal vez sólo disfrutó de la escena y, ligeramente, rió a mis espaldas.
Las ocasiones en que me resulta tentador por demás oprimir un botón es cuando paso en los supermercados por el área de juguetes.
Muchos de ellos, sobre todo los dirigidos a niños pequeños, tienen un botón de prueba para que el futuro consumidor vea el montón de monerías que hace el juguetito en cuestión. Bueno, para mi ir a una juguetería es digno de perder la noción de mis actos y entregarme a los placeres de oprimir cuanto botón se me aparezca enfrente.
Así, en esa locura de "Oprime mi pie" o "Push to try" he oído a muñecos hacer ruidos desde los más guturales, hasta los más incoherentes. He visto a muñecos hacer movimientos graciosos, a dinosaurios retorcerse simulando un andar pesado, a muñecas decir frases que despiertan los deseos más primitivos del ser humano: "Quiero comer" o "Juguemos... la pasaremos muy bien".
Otro caso que me causó mucha risa fue hace pocas semanas, teniendo un vaso de café capuchino ante mis ojos. Como es sabido, muchos vasos de café llevan una tapadera ligeramente abombada para proteger el líquido contenido de las torpes manos del ser humano (¿o es al revés?). Con el vaso lleno de café capuchino muy próximo a mi mano, con su espuma blanquecina coloreada de café por la canela, no resistí la tentación de oprimir ligeramente la bóveda plástica del vaso... Y claro, con ello salió ligeramente expulsada la espuma...
Estaría demás decir cómo me comporto cuando me subo a un coche: los botones pareciera que tuvieran un letero que dice "Vamos... oprímeme", y los seguros y ventanas, amén de muchas otras funciones, danzan en todo momento.
Así que, ya sabes, cuando esté frente a un botón habrá una parte de mi que reaccionará sigilosamente...
¡Qué bueno que no he entrado a la cabida de un avión!
¡Ni pensarlo!
4 comentarios
Lester :+ -
Besos.
Gaviota -
De tu post... por algo hacían el chiste de que el pobre Neri Vela (el primer astronauta mexicano) bajó de su primera misión espacial con las manos hinchadas (al pobre lo partieron a manazos para que no hiciera lo que tu!!) Besos
Carolina -
Te deseo lo mejor de lo mejor en este 2008 que comienza, que sea mucho mejor que el pasado, y que cumplas todos tus propósitos!!!
Hasta pronto!!!
angie -
Ahora si que contigo mejor cuidarse eres un travieso de primera, imaginate si trabajaras en la NASA ja,ja,ja...
Un besote!