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Lo que no sabes...

La vez que fui a un Table Dance

A Campeche (estado localizado al sureste del país), lo recordaré por muchas cosas.
Por su calor, por su gente, por la alberca del hotel que desde ahí se puede ver cómo rompen las olas del mar...
Sus lugares, como Champotón con su olor a pescados y mariscos, sus construcciones y malecón con detalles en azul balneario... Por su carretera a Escárcega, larga, infinita, bochornosa, rodeada por maleza y en algunos lugares por la compañía del mar.
Todo iba bien en una de mis visitas al estado mexicano. Las labores de apoyo en la coordinación de la gira de la entonces Secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota, habían sido agotadoras. Tanto calor y tantas voces, peticiones, personas decidiendo, opinando y con muchos cabos aún pendientes a pocas horas de la llegada de la Secretaria, no habían sido el mejor cierre de oro del día.
Por algunas razones, los "residentes" (o representantes de la dependencia a nivel local, municipal o estatal) habían tomado cierta confianza conmigo. Realmente no era un punto que me incomodara, siempre era grato trabajar con personas que tuvieran tanta disposición y entrega.
Ya era de noche.
El "vocho" en el cual nos movimos en el día guardaba tanto calor en su interior que aunque tuviéramos las ventanas abiertas seguía siendo insoportable. De hecho empeoraba la situación, porque afuera o adentro, era el mismo calor húmedo, fuerte y agobiaba por igual.
Con alguna canción en la radio que por más que me esfuerzo no logro recordar, zumbando como un mosquito molesto, y yo haciendo labores sobre humanas para disimular que me estaba durmiendo, la carretera se hacía interminable. El cansancio la hacía sentirse eterna.
De repente, en algún punto, luego de pasar algunos poblados, algunas luces y señales de vivienda, escucho que el "residente" que me transportaba dice algo. Inentendible. O al menos, para el momento no era lo más adecuado para entender.
Yo, por instinto, por flojera, por todo lo que sea, solamente dije "Si, claro".
A los pocos metros, vi como una construcción característica de las que se levantan a la orilla de la carretera, se acercaba. Las luces amarillas -por lo viejo o sucio de los focos- que iluminaban el exterior de lo que bien podía ser una tienda, dejaban entrever algunos coches y camionetas estacionados en un terreno anexo.
La velocidad del vocho disminuyó hasta prácticamente cero, pasamos un senda irregular y nos introdujimos al terreno, donde no más de 10 autos esperaban a sus dueños. Entonces, con el desconcierto, la duda y curiosidad, me despabilé.
Volteo a ver con una gran interrogante al "residente" y me dice "Andele Licenciado, vamos a echarnos unas cervezas y a ver a las chicas...".
¿Perdón? ¡Esto no estaba en el libreto! Nadie me dijo que el viaje podría incluir la visita a algún table dance a la mitad de una carretera, rodeada por árboles y maleza.
No había marchas atrás.
El "residente" se bajó rápido del cochecito, avanzó a paso rápido hacia la puerta de entrada a tan perculiar sitio... Yo, si acaso, unos pasos detrás de él veía y trataba de imaginar lo que vendría.
¿Será buena idea hacerme el desmayado? ¿Decir que tengo problemas de presión y que no puedo tener altas y bajas de mi presión arterial? ¿Argumentar que mi religión no me permitía ver a chicas con ropa interior diminuta-en el mejor de los casos-?
Ni modo. Un portón negro, amplio, escoltado por algunas cajas de cerveza se presentaba frente a mi.
La cosa era sencilla: no había "cadenero", ni hombre que te revisara... Simplemente un hombre que decía "Buenas noches, pásele... está empezando la variedad".
El lugar bien pudo haber sido más sórdido. Pero creo que la zona no daba para mucho.
Una barra, mesas, y una pasarela era todo lo que conformaba el "table dance".
Y claro, aquello estaba semi vacío.
¿La música? Ni idea, seguramente en su momento, porque esto pasó hace unos tres años, la recordé a la perfección e incluso pudo crearme alguna filia hacia la situación.
Mi acompañante se comportaba como pez en el agua, entró con tanta decisión que pensé que de un momento a otro se trepaba a las piernas a una chica.. y de paso me invitaba a disfrutar de las mieles de las campechanas.
Los milagros existen... a los pocos minutos, no más de veinte, no menos de diez, ante lo desanimado del lugar y de mi entusiasmo tomó la mejor decisión: decir que mejor nos fuéramos. Creo que hasta comentó que no estaba muy bueno el ambiente...
Y así como llegamos así nos fuimos...
Ya arriba del vocho, hizo algunos comentarios y yo intenté responder mientras luchaba por no volver a quedar dormido...

1 comentario

Lester :+ -

jajajajajajajajajajajajajajaaaa.... qué chistosa situación!!!! jajajajajajajajaaaa