Pasó una tarde de viernes...
Pasó una tarde de viernes.
Todo iba normal.
Demasiado normal para ser creíble.
Clientes iban y venían al negocio.
De repente, un hombre con cara de que no sabía si iba de ida o de regreso se acerca.
Pregunta precios de las bolsas.
Y ahí, Citizen paciente y diligente haciendo tan honorable trabajo.
A los pocos segundos, me percato de que el cliente en cuestión es de aquellos que no les sube agua al tinaco: o sea, que no se caracterizan por atención, perspicacia e inteligencia florida.
Repito un par de veces la información.
En eso, como un balde de agua fría se desarrolla el siguiente diálogo:
Cliente: O sea, no entiendo... aaahh, ya. Ok.
Citizen:...
Cliente: Entonces venden las bolsas por kilos...
Citizen: No, por cientos (más serio que Judas momentos antes de colgarse).
Cliente: Y ¿como cuántas bolsas tiene un kilo?
Citizen: No se... Las vendemos por cientos.
Cliente: Ahh...
Citizen: ... (impaciente).
Cliente:...
Citizen: ... (Pienso: ¿qué espera para irse?).
Cliente: Mmmm... Y más o menos, ¿un millar cuántas bolsas tiene?
Citizen: (¿es broma?) Mil (serio y mirando fijamente a los ojos al cliente y llamando a gritos a Pitágoras).
Cliente: Gracias.
Citizen: De nada, buena tarde (¡imbécil!).
Duda.- ¿El cliente fue a pedir información de los productos, o realmente quería saber cuántas unidades tiene un millar?
3 comentarios
Lester :+ -
Besos.
Gaviota -
angie sandino -
Un abrazote querido amigo!