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Lo que no sabes...

Desde mi isla

Desde mi isla

Hoy escribo desde mi isla.
Bueno, realmente siempre lo hago, así que esa aclaración no tiene mucho sentido.
Pero lo que me lleva a afirmar de nueva cuenta que vivo en una isla es un hecho, conformado por varios más, como rompecabezas, que he reconocido en algunas pocas ocasiones. Y eso tocó su punto álgido recientes días atrás.
Digamos que alguna parte del capítulo "Socialización" de mi libro de la vida no ha sido muy nutrido o desarrollado.
Aún y cuando crecí en un ambiente de mucha socialización, fiestas, reuniones, visitas, amigos, comidas, pachangas, borracheras, siempre he tendido a marcar mi línea al respecto. De nene no tenía mucha opción. O bueno, sí había más de una opción: estar en la fiesta o estar en la habitación, intentando dormir con el ruidero de abajo. Así que siempre opté por la primera opción.
Ya grandecito el tema me siguió siendo incómodo. Secundaria, preparatoria, y buena parte de la universidad evadí el tema de las reuniones. Específicamente, ya bastante más crecidito, clasifiqué mi fobia: las fiestas en casas me resultaban abominables. Pero ni así me entusiasmaba mucho el salir a una reunión, con gente desconocida que pretendía comportarse y tratarme como amigo de toda la vida, e intentando ingresar a mi vida como si me fuera a dar una herencia millonaria. Lo se, a veces soy muy interesado, pero ahora este no es el punto.
Hasta que encontré que el medio ideal para que yo la pase de fábula eran los antros de música electrónica: mucha gente, muy buena música, mucho baile y si bien todos la hacíamos de cómplices de todos, no había esa necesidad (y necedad) de integrarse y sentirse indispensable. Uno llega, empieza su noche, y al final, un profundo respiro y a salir a la calle. Incógnito en medio de la multitud.
Por mi parte, eso era un caldo de cultivo maravilloso para abrirme poco a poco para tener como hasta la fecha un buen grado de desenvolvimiento.
Es cierto, el Citizen de ahora en lo social no es el mismo, es diametralmente opuesto, al Citizen de hace 15 años.
El tema de aproximarme y relacionarme con desconocidos ya no me resulta tan complejo... (y me ha dado gratos momentos... UUyyy)... pero sigue estando el negrito en el arroz.
Y el negrito en el arroz se oscureció más la semana pasada, días en que pasaron dos cosas.
Cierta tarde, agobiado por cierto aburrimiento y monotonía del día, opto por llamarle a mi amigo "A" y proponerle vernos en la tarde-noche en las proximidades de nuestros territorios. La cita se lleva a cabo. Actualizamos nuestras vidas, nos contamos cosas que sólo se le cuentan a los grandes amigos, y siempre, muy a mi estilo, dejo abierta la puerta para un encuentro próximo, futuro, cercano, afectuoso.
Nada más que en esa ocasión hubo una variante: de la nada me surgió proponerle salir la noche del viernes. La idea era acudir "A", su respectivo amigonovioparejaprospecto, yo y el inseparable Sr. ABcedario a cenar. "Para que charlemos y la pasemos agusto", fue mi argumento. "A" no dudó en aceptar mi propuesta. Total, si le he conocido cualquier cantidad de amigos cariñosos, no veía la inconveniencia de reunir en un sólo lugar al que parece que será el definitivo por un tiempo.
Los días pasaron.
Un día antes, el jueves, con mi agobiante antisocialismo al borde de los poros de la piel decidí cancelar la cita.
Está bien, eso lo hacen los traidores. Yo no. Pero lo hice.
¿Porqué? ¿Qué me hizo cambiar de opinión? Sencillo (para mí): el pensar en estar en un lugar, rodeado de amigos, pero con un desconocido llenó mis venas de una predicción por lo que habría de pasar. Me ahuyentó. Me atemoricé. Es decir, el saber que charlaríamos de los temas de siempre, pero aderezados con el know how del nuevo integrante (qué piensas de esto, porqué crees lo otro, cómo fue el más allá, por dónde piensas que, en serio, no me digas, quién te lo comentó, etc) mató mi envilecido entusiasmo. Cuando cancelé el compromiso omití mis verdaderos motivos y azares de mi decisión.
Luego, el sábado como era de esperarse hubo fiesta de halloween... ¡con disfraz!
Las pocas cosas que me rehúso a hacer en esta vida es disfrazarme.
Creo que ya va quedando claro que en lugar de anacoreta, soy un amargado.
A petición (e insistencia) del Sr. ABcedario accedí a acudir a la fiesta (en casa)... y claro, el disfraz que me compró (un sencillo antifaz de lobo, con guantes en forma de garra) se veían muy bien en los amplios bolsos de mi chamarra.
La fiesta, en términos generales, estuvo decente. No más de 50 invitados. Menos de 30 y hubiera sido mejor terminar encuerados arriba de las mesas. Pero eso no pasó. Terminó temprano (lo mejor de todo, además de la música).
Y otra vez ese sentimiento.
Esa idea.
Estar con una concurrencia 97% desconocida (el 3% correspondía al Sr. Abcedario, a su amiga y al respectivo novio de su amiga. Ambos, personas muy gentiles, atentas y que me gusta cómo se llevan...) me resultaba inaudito. Me resulta, en el fondo, demasiado falso y actuado.
Y otra vez: gente que sonríe a los demás como si con esa sonrisa fuera a conquistar (suele pasar, suele pasar... hay sonrisas que conquistan). Luego por alguna extraña razón o capacidad telepática, tengo una cualidad de casi casi adivinar los chistes que van a decir las personas... entonces ya te imaginarás que salvo contadas excepciones, muchas fiestas se convierten en algo parecido a estar viendo una película y recordar los personajes, los diálogos...
¡Sí, creo que me estoy amargando!
Con esas dos muestras de botones, fue que me convencí que algo estaba pasando en mi vida.
El deseo incesante, casi clamor, de estar solo. De no tener preguntas, de no responder silencios, de no aclarar ideas, de no tener que estar... Me resulta fácil subirme a mi isla y desde ahí dominar al mundo. "Si ya lo he hecho otras veces, ¿porque no de nueva cuenta?", me pregunto una y otra vez.
Pero no. Ahora no es lo mismo. Ahora es un deseo de agarrar mi isla y quedarme ahí.
Si así es: con mi internet, con mi Blog, con mi iPod, con mis mascotas, con mis libros, con mis dulces, con mi café, con Lester, con mi Santa Casta y Pura Madre, con el Sr. ABcedario... ¡y nada más!
Porque es mi Isla. Yo la he construido, Yo decido quién entra. Comparte. Disfruta. Vive.

1 comentario

angie sandino -

Pues mi estimado, aunque usted no lo crea... lo entiendo a la perfección... A mi incluso Mi Guitarrista me tiene psicoanalisada (alguna lección que lleva en su materia de psicología de bachiller) el caso es que según el, las personas estamos entre la fase 1 y la fase 5... en la uno eres un egocentrista, egoista y ermitaño completo y en la 5 eres algo asi como el amigo de todos y un cuasi Gandhi...
Pa terminar pronto, dice que yo estoy en la fase 2 porque solo estoy en mi mundo y me preocupa mi familia... (yo diría que estoy en la 2 y media porque cuando tengo amigos que son bien pocos, soy muy leal), pero en fin, me dejó en la 2 nomás :( no puedo con mi caracter y cuando me toca rodearme de gente que no conozco deben pensar que soy idiota ó muda, porque me limito a escuchar y a analizarlos...
Asi que muy en tu isla y yo muy en la mía... pero contentos!
Besotes!