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México - Puebla - Cuetzalan - México

México - Puebla - Cuetzalan - México

> Me fui de fin de semana.
Por invitación del Sr. ABcedario y luego de seleccionar entre tres destinos que nos llamaban la atención, el viernes agarramos camino para Cuetzalan del Progreso... No, no es el nombre de algún lugar de una novela de Vargas Llosa. Es un municipio que está a cuatro horas de Puebla. O sea, sumando las cosa de tres horas de DF a Puebla, más las cuatro horas (que casi siempre es más tiempo que el que dicen las líneas de autobuses), hicimos algo asi como 7 horas de camino.
Como recordarás y después de aquella anécdota contada en este blog hace tiempo donde pretendíamos ir también el Sr. ABcedario y yo de fin de semana a Tepoztlán, Morelos y que llegamos a Puebla, en esta ocasión pues había pocas posibilidades de error. Llegábamos a Puebla o en el peor de los casos si la mala suerte estaba de nuestra parte llegábamos a Oaxaca. Por fortuna, ni lo primero ni lo segundo se cumplió, así que llegamos sanos y salvos a Puebla.
De ahí a esperar un par de horas a que saliera el camión a Cuetzalan. Mientras, comimos pizza para recargar baterías para el camino.
Y luego vino la odisea de buscar el camión en el que nos iríamos.
Como es una línea de camiones pequeña la que llega a Cuetzalan pues obvio no goza de los privilegios de las demás líneas, por lo tanto cuenta con un par de andenes y casi casi es como a las escondidillas: 1, 2, 3 por este andén que está vacío y yo lo ocupé.
Empezamos en la puerta treintaitantos... Llegamos a la setentaitantos y nomás ni señales del camión. ¡Oh Oh! ¿Acaso el destino nos jugaría la misma suerte de cuando del D.F. compramos un boleto con destino a Tepoztlán y al equivocarnos de camión llegamos a Puebla?
Preguntamos dos veces y qué maravilla: las dos versiones de cómo llegar a nuestro camión coincidían. Claro, nuestro camión salía del andén veintiantos. Y ahí vamos de regreso. Recorrimos la terminal de ida y de regreso con maletas cargadas y nomás nos faltó al niño envuelto y la carriola.
Pero llegamos justo a tiempo.
Nos subimos a nuestro lugares (primera fila, porque como me gustan los deportes y viajes extremos me gusta ver cómo dan vueltas los camiones apenas cabiendo en la carretera, aunque esto mismo le cause mareos al Sr. Abcedario).
La cosa me empezó a oler mal porque derepente vemos a unas cuatro mujeres que se suben con tremendos adornos de fiesta de quince años. Y la gran duda fue ¿llegarán en buen estado esas flores a su destino?
Lo segundo que pensé fue: "Bueno, si se subieron unas mujeres con los adornos de la fiesta de 15 años... en cualquier momento se sube un judío converso con un becerro y nos pide que lo adoremos" (al judío y al becerro, claro).
Pues no pasó nada de eso.
Arrancamos y en general el camino es bastante tranquilo. La Carretera pues muy agusto.
La aventura empezó cuando comenzamos a entrar a la sierra de Puebla. Ese tipo de viajes son muy entretenidos, porque la mayoría de las veces los camiones bordean el camino y tienen que invadir el carril contrario para que den vuelta, y aquello se convierte en una aventura no apta para cardiacos. ¡Y menos, si vienen sentados en la primera fila del camión como nosotros!
Y como buena sierra pues la lluvia a todo lo que daba. Realmente nada agitado.
En esas estábamos entre curva y curva y nomás viendo pasar la neblina, cuando de la parte de atrás del camión se escuchó un ruido raro.
No podría decir que estaban vocalizando un concierto de reggaetón, pero lo juro que era lo que más se parecía.
El ruido se escuchó como tres veces.
A los pocos minutos se repitió el sonido, pero ya le estaban echando más enjundia al asunto. Pero ya para entonces aquello sonaba más como si le estuvieran apretando los destos a un toro.
Así varias veces el ruido.
Por supuesto que no era otra cosa que una mujer que estaba vomitando por los mareos de las curvas. Pero aquello era un concierto espectacular. Lo más sorprendente y eso sí tengo que agradecerlo a título personal, fue que en ningún momento olió feo, ni corrieron ríos de vesícula biliar ni de jugos gástricos por el suelo del camión. ¿O era porque estaba alfombrado el camión? Quien sabe.
Y ahí seguíamos, subiendo y bajando los cerros. Todos en silencio medio dormidos.
El chofer iba escuchando su música a un volumen bastante moderado.
Cuando derepente... otra vez esa voz tan profunda y ronca desde atrás del camión. Y otra vez esa mujer echando seguramente el desayuno de dos días atrás.
Lo más sorprendente es que hasta el chofer miró através del retrovisor a ver qué estaba pasando, el porqué tanto escándalo.
Bajó un poco la velocidad, creo que detectó al o la que estaba presumiendo su fuerza torácica y el chofer se vió bastante comprensivo: subió un poco más el volumen del camión y mandó el audio de la radio para las bocinas de los pasillos.
¡Vaya, estaba haciendo un acto de censura contra esa mujer! No quería que la escucháramos y nos compartió las consentidas de José José y las dolidas de El Tri.
Ya en Cuetzalan llegó la felicidad envuelta en nubes, rayos y centellas porque nos recibieron con un tormentón que las Sagradas Escrituras no lo hubieran hecho mejor.
Bajó la lluvia y a buscar el hospedaje. Tema no muy dificil porque en ese tema el lugarcito está bastante desarrollado.
La comida tradicional bastante buena. Son cosas de harina: tracoyos (que allá les dicen trayoyos); molotes (que son como quesadillas fritas pero más chiquitas); taquitos dorados de queso o pollo. Y lo demás pues ya muy normal: sincronizadas, chilaquiles, enchiladas, etcétera, etcétera.
Aquellas tierras son algo cafetaleras y muy buen café que se poduce.
De los cuatro días, nomás el viernes y un poco el sábado nos vimos algo limitados de hacer cosas por la lluvia, pero el domingo y el lunes ya nos desquitamos.
Hice sesión de fotos en el panteón municipal y me quedó muy claro que hasta en los panteones son claras las diferencias sociales: enormes tumbas de granito o piedra, o sencillas cruces de madera exhibían las placas de las personas fallecidas.
También empezamos a caminar el Sr. ABcedario y yo y llegamos a un iglesia que está en la punta del cerro y no me quise quedar con las ganas y llevé mi gusto por la foto el extremo: me subí el campanario y desde las alturas hice algunas tomas. Lo curioso es que las escaleras para subir al campanario eran tremendamente estrechas y nomás se iluminaban con la poca luz natural que entraba por unas ventanas pequeñas. Así que a subir y bajar con mucho cuidado. Pero eso sí, la panorámica fue maravillosa.
Los servicios al turista son básicos, pero en general la gente es generosa y no duda en apoyarte para orientarte de alguna calle o lugar.
Como aquel jovencito que para llevar gente a su restaurante a todos nos decía lo mismo: "Lo invitamos al restaurante Yaxchilán, donde tenemos comída típica, además que hacemos los alimentos con higiene cosa que no todos. Hay música típica de rrrregión" (así, acentuando la Rrr). Y eso, igualito, se lo decía a los que tenían caras de turistas, que no era muy difícil adivinar quiénes éramos.
El viaje en general bastante agusto. Se hace mucho ejercicio caminando porque las calles están muy empinadas. De hecho me atrevería a decir que mucho más empinadas que las de Taxco. El clima es muy caluroso húmedo. "No quema, nomás te hace sudar", nos dijo un guía que contratamos, y quien traía una cruda bárbara.
Así que si no te dan mareos las curvas cerradas. Eres poco asqueable. Y te gusta el jogging, Cuetzalan es una buena opción para descansar.

pd.- curioseando con el zoom de mi cámara capté a esa pareja que estuvo por horas y horas besándose...

3 comentarios

Jess -

Muy buenas tus vacaciones citizen... la verdad me has llamado la atencion hacia ese pueblito aunque tan lejos me queda que dudo concoerlo por ahora. Espero ver las fotos en algun momento sobre todo las del campanario.
Besos

CRUDO -

me imagine la escena de la iglesia en el cerro, en la noche se ha de ver bien tetrica, tipo blackmetalera, yo tambien quiero una foto jeje, pues que bueno que se la paso bien por alla carnal, y pues superhero te entiende muy bien porque el andaba igual jejeje, ches presumidos jeje

Superhero!! -

Esos lugares, alejados del bullicio de la ciudad siempre ofrecen unas vacaciones relajantes y muy disfrutables.
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Eso si, hay que olvidarse por unos dias de los lujos, comodidades, internet, computadoras, telefonos y demás artefactos. A veces cuesta trabajo pero al menos asi lo disfruto yo.
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Saludotes mi estimado Citizen.
Very chido el relato.