Charlas ajenas
> Muchas veces me he preguntado porqué escucho cosas que en una situación normal no debería escuchar.
Es decir, no es igual ir orejeando la plática sexosa de las chavas del asiento trasero del bus que pinta interesante y sacia ligeramente mi morbo, que escuchar el análisis situacional de qué hacer y qué no en un asalto al transporte público, en palabras de los empleados de la construcción.
Y es que en una ciudad tan grande como la de México las charlas y voces se mezclan en todos lados y es inevitable ausentarse y guardar para una mejor ocasión la prudencia. Así, en mis arranques de escuchar charlas ajenas me he encontrado con una familia que, intuyo reunida con un especialista en el tema, habla del secuestro de un familiar.
Lo interesante de las charlas ajenas es que al no conocer a los actores de la historia, y la mayor de las veces la situación completa, nos da la oportunidad de recrear la historia, dándonos la posibilidad de empezarla y terminarla a nuestro adorado antojo.
Las charlas de l@s amig@s son ricas, son interesantes, son simpáticas. En esas las personas se muestran honestas y tal cual son. Algunas veces se cuentan todo, y más cuando hablan de sus respectivas parejas. O incluso de sus ex parejas que se encontraron en Facebook y se preguntan cosas como "¿y cómo está?". Si el odio sigue vigente el/la respectiv@ responderá: "Pues gord@". Si no pues con un simple: "¡Está interesante!" se da a entender bastante.
Toda esta historia de las charlas ajenas viene a cuento porque recién regreso del blog de mi amigo Keiji Yoshiki y leo un post relacionado con el tipo de charla recomendada para la primera cita con alguien que aspira a convertirse en "algoserio".
KG, como le decimos sus amigos, cuenta dos anécdotas de conversaciones que tuvo con "personas interesantes" y que el encuentro terminó en un "Gusto en conocerte".
No pude evitar traer a mi mente la charla que escuché hace unos fines de semana.
Estaba en un café. El lugar, con unas 10 mesas redondas, estaba medio vacío. Una mesa con una pareja que bien pudo ser un maestro asesorando en la tesis a la alumna. Otra mesa con una familia pequeña, con los papás de avanzada edad. Y así dos o tres mesas más.
Repentinamente llega a una mesa frente a mí una mujer joven que no pasaba de los 30 años, acompañada con un hombre igual de joven.
Supuse que eran amigos del trabajo. Por las preguntas (obvias, tontas) de la chica intuí que el joven no era del DF.
De ahí en fuera la chica se empeñó en sacar los temas más desabridos de su vida. El muchacho no era un ducho en la charla, pero al menos intentaba ser simpático y medianamente original.
La mujer contó de cuando se tomó de un jalón un vaso con cierta bebida alcohólica. Siguió con la anécdota de cuando su papá le llamó por teléfono en la tarde, y esta chica le dijo que ya estaba en su casa, cuando apenas iba bajando del segundo piso del periférico.
Luego de la fiesta aburrida del fin de semana y que por eso se puso a chatear con la Black Berry "a esas horas de la madrugada".
Después de un monólogo que su amigo escuchó con simulada atención, la mujer atinó a hacer una pregunta que hasta ahora no sé qué responder si me la llegaran a hacer: "¿te gusta ver películas?". No es que esté en contra de ese tipo de preguntas. Pero son de esos cuestionamientos que no tienen otra respuesta más que un "Sí". Es como si te preguntaran "¿Diario comes?" o "¿te masturbas?".
Ese fue el momento en el que dije: "¡¿Y qué hago yo escuchando esto?!". Y claro, comencé a hacer cierto rewind del tipo de charlas que suelo hacer. Entiendo que en una cita (la primera, la segunda o la vigésima cuarta...) hay que ponerse en plan bonito. Pero de eso a que personas hagan preguntas tontas y que sus interlocutores den respuestas tontas, ya es otra cosa.
Yo soy algo curioso y en las charlas hago muchas preguntas. Pero claro que también hago plática y comento. Pero entonces, ¿porqué algunas personas dan respuestas tontas a preguntas tan claras como "¿qué edad tienes?" o "¿qué estudiaste?"? En esos casos me gusta escuchar cosas precisas y concretas y no que me salgan con la ocurrencia de: "¡Adivina!".
Caray, lo único que puedo decir es que si en una cita alguien me hace ese tipo de plática o me da ese tipo de respuestas, lo mejor que puedo hacer es pararme e irme.
Y sí, sería la última cita.
2 comentarios
keiji -
Gaviota -