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Cosas raras de la vida

Cosas raras de la vida

> Por una cuestión inexplicable ayer me puse a sacar varias cosas que resultaron buenas candidatas para irse a la basura.
Dirás que soy un descocado, pero entre esas cosas se fueron un par de cuadernos míos de cuando estudiaba en la primaria. Y uno de esos cuadernos tenía bocetos, trazos o lo que en algún momento fueron excelentes inicios pero con pobre talento, de pinturas.
Y fue cuando hice memoria y ligué un hecho que no me llevó a ningún lado al cabo de los años.
Por alguna extraña razón cuando era yo un peque todo mundo decía que me gustaba pintar. Y por ello más de una amistad de la familia no reparó en regalarme equipos o paquetes de pinturas acuarelas u óleos. La verdad eran sets bastante buenos, bien armados. Uno de ellos era un equipo que incluia un portafolio de madera, con su paleta para la mezcla de colores, y varios pinceles.
Y aquí viene lo curioso: a lo mejor mis papás pensaban que por el hecho de tener todos esos triques per se tendría que ponerme a pintar murales y espectaculares obras pictóricas. Pero mis dibujos nunca pasaron de los muñequitos de esqueleto, como la imagen de este post. Claro, alcanzar tales proporciones artísticas y dimensiones representaba para mí un verdadero reto.
Hasta que la euforia por el pequeño artista que se tenía en casa se extinguió, y todo terminó -seguramente- en algún rincón de la casa.
Y ayer, cuando veía esos primitivos trazos, que exhibían más mis deficiencias espacio-temporales que mis aciertos dimensionales, me vino a la mente una ironía de la vida. Sí, otra.
En aquellos años todos impulsaba mi estéril carrera artística. Yo, claro, pensando que dibujar la "Última cena" era pan comido y que lo haría en una tarde. O a lo mejor, lo que yo esperaba era que me dijeran que esos muñequitos de esqueleto era lo que realmente el mundo estaba esperando y así tomar más impulso en esa vena artística que decían que tenía.
Lo que a lo mejor nadie esperaba, porque de hecho yo tampoco, era que al paso de los años yo me fuera a dedicar y a vivir no de las representaciones pictóricas y de los grandes escenarios llenos de colores, de luces y sombras, que absorven y transportan a otros mundos. Sino que me dedicaría a escribir. Digamos que en el camino me perdí, y encontré otra ruta que, con otras herramientas, también creo mundos, y los lleno de luces y de sombras, de escenarios llenos de colores. Pero que no se ven sino que se leen y se gozan al hacerlo con la escritura.
Porque sí, cuando era un niño nadie pensó que el buscar dentro de mí al Da Vinci o Miguel Ángel del nuevo milenio descubrirían a un comunicador que devino en blogger que disfruta mucho su trabajo.
¡Qué cosas!

3 comentarios

BichotoBlog -

Empecé a leer este post, que me parecía algo extenso, pero al final lo he leído hasta el final. Está muy bien tu reflexión. A mí me pasa algo parecido, nadie sabia que haría yo de mayor, y de mayor sigo sin saberlo.

Superhero!! -

Ahhh... mira nada mas. por lo visto yo no fuí el único pseudo-artista-dibujante-infantil.
.
Yo usaba la técnica de las cuadrículas para dibujar copias a escala perfecta de rostros, de caricaturas, fotos y cualquier cosa que me llamara la atención sobre las puertas de mi armario, en la portadas de mis libretas, y en algunas otras superficies indebidas que me valieron un par de regaños paternos.
.
Hace poco intenté dibujar de nuevo... pero la paciencia y el tiempo ya no son los mismos de antes.

Gaviota -

Qué padre entrada Citi :D Nunca es tarde para sacar al Da Vinci o Miguel Ángel...

Un beso, me encantó tu bosquejo. Tiraste los cuadernos? espero que no.